Epílogo.

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Epílogo.

Santiago.

La película pasó frente a mis ojos repitiéndose como si fuese ese momento, todo era igual, la sensación, la emoción, el miedo, la incredibilidad de poder sostener en mis manos aquellos tres kilos y doscientos gramos siendo la única diferencia con la primera vez por cien gramos, era exactamente la misma calma que encontró su hermana cuando después de mirarla, la puse en mi pecho y dejó de llorar, agarrándola como si mi mundo dependiera de ello, prometí en la conexión inmediata que experimentó mi cuerpo, proteger y hacer feliz al ser que me completaba como hombre y como su papá.

Isabela nació el doce de julio a las dos y cuarto de la tarde, por cesárea programada ya que se había portado un poco mal los últimos meses en la panza de su mamá y quería revolucionar la casa junto a su hermana, quien me gustaba decirle que era cómplice de su intensa inquietud desde adentro por querer apurarse a conocerla y hacer juntas, un piquete a todo aquel que quisiera frenarlas en su locura. Era increíble el vínculo que Lupe creó con la bebé desde el minuto uno que nos enteramos que evidentemente, nuestro incidente tuvo consecuencias, pero al contrario a reprocharnos algo, fortalecimos nuestra relación e hicimos más real el hecho de empezar a construir nuestra familia.

Lo mejor fue poder ver reflejado lo que a mí me pasaba cuando noté en la expresión de Aitana, la felicidad que le provocó ponerle a nuestra hija en el pecho para que la conociera al fin, después de tantos meses y espera, ellas se volvieron a sentir y para mí fue uno de los cuadros más lindos que me iba a guardar en la mente, ya que era la primera vez que veía cómo a una de mis hijas recién nacida, su mamá la amaba tanto.

—Te presento a nuestra hija mi amor.

—Hola mi vida, hola hija. —le dio un beso y la bebé terminó de hacerse sentir en llanto minutos después. Le sequé las lágrimas a mi novia y observé a mi hija cómo respiraba con la congoja aún latente, si bien el momento era mágico y todo indicaba que Isabela estaba bien, la partera se acercó para pedírnosla así la inspeccionaban mejor y limpiaban, mientras el obstetra terminaba su trabajo.

—Papá nos podés acompañar, mami vos esperanos que nos vamos a poner lindas para comer.

—Ya venimos mi amor, te amo. —le dije besando su frente y seguí a la partera para someternos al procedimiento de inspección de la bebé.

Cuarenta minutos después, llevaron a Aitu a la habitación y nosotros fuimos a su encuentro, aún mi familia y la de ella estaban en la sala de espera y aproveché ese momento de soledad para los tres después de todas las indicaciones de la partera, nos presentamos como sus papás, ella nos conoció y con un llanto desesperado, su mamá hizo el primer intento para darle el pecho, lo que costó un poco pero logramos que se acomodara y se pusiera a succionar su alimento.

—Ya me imaginaba que eras atolondrada.

—El doctor dijo que podía tardar un poco más en bajar la leche, pero creo que se prendió eh.

—Sí creo que sí.

—Es igual a Lupe, te juro que es idéntica a cuando nació.

—Ay Lulú, traela amor. —me pidió sensibilizándose al recordar que Lupe esperaba ansiosa conocer a su hermanita. —Isa vas a conocer al fin a tu hermana mayor, sí mi vida... tu hermana, te va a cuidar y amar mucho, mucho, mucho.

—Capaz también te pelea un poquito, pero no te lo tomes personal. —le susurré yo besándole la manito que encerraba perfecto mi dedo pulgar, haciéndome sonreír por cómo ella me sintió. —sí mi amor, papá te va a cuidar de los celos de tu hermana, no te preocupes.

Más de Dos.Where stories live. Discover now