33.

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Aitana.

La habitación estaba repleta de gente, muchos de ellos eran personas que yo conocía y al verme se sorprendía y después de decírmelo, volvía al estado que todos teníamos, la tristeza abundaba en el corazón de todas los presentes porque solamente nos quedaba esperar que el suyo, el corazón de Emiliano, dejara de latir. Desmejoró notablemente los últimos días y Carla en su llanto, me hizo entender que se dejó ir, por lo que un sentimiento de culpa me invadió pero llegué antes que lo sedaran, y pude hablarle y decirle lo que sentía, agradecerle sobre todo y pedirle perdón si fui la causante de su retroceso, un leve apretón de manos me hizo entender que me había escuchado y en su mirada sentí que me trasmitía paz, por lo que me despedí y dándole un beso en la frente le susurré que se fuera a descansar si así tenía que ser, desde entonces el respirador funcionaba por él y se esperaba el final.

No tenía lágrimas para derramar, mi alma estaba triste y apagada y no dejaba de reproducir en mi mente toda nuestra historia, cuando nos dimos el primer beso en un campamento del colegio, me pidió ser su novia el último año, cuando consiguió su primer trabajo y yo el mío y gracias a eso pudimos irnos a vivir juntos, cuando empezamos a formalizar y tuvimos un pez, un departamento, un auto, una vida por planear juntos, pero todo eso se vio afectado por el maldito cáncer y su lucha comenzó, sin mí porque así quiso que fuera y me dejó el camino libre para buscar mi felicidad, la cual había encontrado y hubiese deseada que pudiera vencer la enfermedad para encontrar la suya, pero no fue así y me encontraba en el pasillo, afuera de la habitación, viendo hablar a los amigos que teníamos en común y mantenían su sorpresa, pero yo no podía escuchar nada, pensaba en él y pedía a cualquiera que fuese su Dios, que se lo llevara y le permitiera estar en paz.

—Aitu... vení te quiero decir algo. —me agarró del brazo Guido y asentí accediendo a que me llevara lejos del tumulto de personas. —me mandó un mensaje Santiago, y está abajo...

— ¿Qué, en serio?

—Sí, quiere saber si puede verte pero yo le dije que en cualquier momento nos echan a todos porque termina el horario de visita... ¿querés ir bajando vos?

—Eh... sí, sí. —asentí con un repentino nerviosismo en el estomago cuando mencionó su nombre, al contrario de sentirlo extraño se me infló el pecho de amor y me di cuenta lo enseriada que estaba mi expresión porque la cambie alivianándola. — voy bajando porque no tiene sentido que me siga quedando acá... voy a ir a saludar a Carla.

—Bueno.

Entrar a la habitación no me parecía correcto, sus familiares más allegados estaban alrededor de la camilla y sus amigos cercanos, era un momento muy íntimo y yo tuve el mío por lo que entré cautelosa escuchando el llanto de gran parte de los presentes y me aproximé a Carla, quien lloraba de cara el colchón entre el cuerpo de su hijo y la mano que le sostenía. Pedí a sus familiares que me dejaran tocarla y apoyé mi mano en su hombro, me acerqué y le susurré mi saludo, no me miró y me fui para no hacer peor el momento, dándole mi última mirada a Emiliano quien estaba irreconocible en la camilla, pero yo lo imaginé como tantas veces lo había visto sonreír.

La tristeza se mezcló con los nervios de ver a Santiago y me alivió tanto saber que estaba que mi corazón saltó inquieto y las mariposas en el estomago me torturaron todo el tiempo que el ascensor tardó en llegar a planta baja. Lo busqué en la recepción y cuando lo vi en la escalera de la entrada, no pude resistir el nudo que se me formó en la garganta y salí queriendo llorar, él me miró y simplemente abrió los brazos, donde inmediatamente me hundí y un sollozo, dio paso al llanto que había estado reteniendo desde que me llamaron avisándome lo que pasaba. Poder levantar esa barrera que había entre nosotros al menos por un ratito me sanó el alma, estar entre sus brazos fue lo que más me curó al comienzo de nuestra relación y durante, me ayudaba mucho a mantenerme fuerte, no era negociable para mí perder lo que teníamos y menos al notar lo bien que encajábamos juntos, pudiéndonos complementar como nunca antes me había pasado con una persona.

Más de Dos.Where stories live. Discover now