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Las flores brillaban en su frescura. Habían de varios tipos, desde amapolas hasta violetas. Todas ellas en sus respectivas macetas de barro adornadas con un liston rojo en sus tallos.

Los transeúntes se detenían para admirar el color, tamaño u olor de ellas enamorándose no solo de su impecable belleza sino también de su maravilloso vendedor resplandeciendo entre la flora con una hermosa sonrisa en forma de corazón.

Decir que el invernadero era un fracaso sería la peor mentira que alguien pudiese decir cuando sus ojos demostraban lo contrario. Al día se vendían al rededor de cincuenta macetas con diferentes tipos de flores, eso sin contar los pedidos por mayoreos.

Una amable señorita se acercó al jardinero.

-Buenos días, disculpe ¿Tiene rosas rojas? He dado tres vueltas al invernadero y no las veo.

Y ahí estaba la pregunta que lo torturaba día a día.

-No, lo siento. No manejamos las rosas.

-¡¿Pero cómo puede ser eso?!

La respuesta siempre sorprendía a quién fuera que escuchase sus palabras. Un empresario soltaría gran carcajada ante ello pues las rosas eran infalible en aquél lugar, además de ser una gran mina de oro en sus ventas pero Yoongi las rechazaba. No las odiaba pero con solo ver su delicadeza, la forma sutil de expresar su color le envolvían en recuerdos dolorosos. Quizá había asociado de mala forma su pasado con aquella inocente flor aunque las preguntas constantes siempre terminaban por afectarle. Era un completo masoquista.

-Disculpe.

Hizo una reverencia rápida tratando de no enfurecer a su clienta. La joven hizo un ademán con la mano restandole importancia para seguir admirando la flora a su alrededor buscando quizá una segunda opción.

Se detuvo un momento tratando de suplantar sus memorias con el presente.

Aquél invernadero había pasado a sus manos hace casi tres años. Estuvo a punto de mudarse a Japón con su hermano mayor pero tras ver el anuncio en el periódico sobre su mesilla no dudó en invertir sus ahorros en ello. Fue como si la vida le palmeara la espalda con sutileza después de aquella tormenta de emociones. Pasó meses de tratamiento psicológico limpiando los vidrios, acomodando estantes de madera, organizando cada flor por orden alfabético, buscando proveedores y unas cuantas inversiones extras para al fin levantar "Fresia", como se llamaba su invernadero, pues le proclamaba protección y tranquilidad.

Estaba orgulloso de lo que había procreado, un lugar mágico donde las personas entraban para calmar sus almas agitadas envolviendose con olores, viviendo entre sus paseos incontables historias míticas, casi podía ver las hadas revolotear de un lado a otro saciandose con las risas de sus clientes llenando su alma, recogiendo los trozos, uno a uno.

-¡Hyung!

Yoongi se volvió para encontrarse a su curioso empleado de cabellos rubios apoyarse contra sus rodillas atrapando el aire a bocanadas.

-Tranquilo, Jimin- Acarició su espalda con una notable risa.

-Disculpa por la tardanza, Hyung. La alarma estuvo en mi contra- Se levantó aun sin alcanzar al pelinegro frente a él al ser muy bajito. -Ya mismo me pongo tras la caja.

-No hay problema. Hoy parece ser un día tranquilo.

-Lo siento...

Yoongi sonrió. Jimin era su empleado, al que conoció cuando era un cliente bastante curioso. Sus pequeños ojos tristes brillaban rodeado de Azahares dándole un aspecto tierno. El rubio preguntó por la vacante que le fue dada de inmediato. Por alguna razón, le inpiraba confianza. El trabajo ya no sería tan pesado, ambos se turnaban dentro del invernadero. Por las mañanas, Jimin manejaba el dinero ante las compras, mientras él regaba, limpiaba, abonaba las macetas hasta entrada la tarde para cambiar de rutina y finalizar el día despidiéndose con buenos deseos.

NUESTRA HIJA【YOONSEOK】Where stories live. Discover now