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Cierra la puerta tras su espalda, recargandose sobre ella mientras el calor de sus lágrimas pintan sus mejillas. Dolía, dolía dejar a su propia hija en las manos de un hombre que no estaba seguro si podría amarla como él mismo lo hacía. Dejó caer su cuerpo resbalandose entre sus dudas y arrepentimientos. Cubrió su rostro pensando que todo a su alrededor apestaba como la misma mierda, a pesar de encontrarse en un panorama de lo más lujoso y moderno. Nada de ello tenía sentido si el silencio se prolongaba tanto tiempo que lastimaba sus oídos. Extrañaba a Yeri, aquella pequeña curiosa corriendo de un lado a otro con sus muñecos, preguntándole las cosas más sencillas para sacarle una sonrisa por su ingenio ante ellas.

Maldecía el sentirse orillado a eso, sentirse en la orilla de un barranco, balanceándose sobre el acantilado oscuro donde sufriría día con día.

Eran casi medio día, demasiado tarde. Se deshizo del cubrebocas mostrando un horrible labio roto y su moretón bajo el mismo pintando su cálida piel en tonos verde-azules. El causante del mismo llegaría en un hora y ni siquiera había encendido la estufa por lo que corrió a tomar los ingredientes para preparar un pollo con verduras al vapor antes de que el monstruo apareciera reclamando su mal orden de horarios.

No recordaba cuando había sido la última vez en que su ahora esposo, Minho, se había tomado la molestia en comprar comida hecha para quitarle un poco de peso de los hombros. Las memorias sobre una familia feliz se habían ido al caño cuando éste se enteró que Yeri no era su hija, ese secreto le costó una discusión terrible a Hoseok y varios golpes en su rostro.

Entre lágrimas cortaba las verduras con cuidado de no rebanarse un dedo.

Solo una vez Minho se atrevió a levantarle la mano a Yeri, había sido un día anterior cuando la pequeña se atrevió a defender a su padre de una buena golpiza, era por ello que Hoseok corrió con Yoongi a la mañana siguiente, no deseaba que aquél momento se repitiera dos veces, no podría soportarlo.

La felicidad de su hija estaba primero que todo, absolutamente todo. Por supuesto que le dolía y si tuviese algún familiar o amigo cercano prefería dejarlos con ellos que con Yoongi pues le había causado tanto daño que le apenaba aparecer con su pequeña hija de cuatro años como otro engaño. Ya bastante le había causado con el pasado.

Ver de nuevo a Yoongi fue como salir del agua y tomar una gran bocanada de aire fresco. Después de tanto tiempo ambos crecieron, cambiaron física y mentalmente. Yoongi era ahora pelinegro, ganó peso gracias a su cuerpo ejercitado y sobre todo dejó atrás el rostro de ángel a uno más maduro. Con extrañeza su corazón latió igual de fuerte como si ambos siguieran amándose y es que sus sentimientos nunca habían cambiado. Se lamentaba por ello, incluso temió porque éste tuviera una pareja, una familia.

Sin darse cuenta, ya comenzaba a colocar los platos sobre la mesa, listos para servir cuando Minho se apareciera. Aprovechó para tomar un vaso de agua junto a sus pastillas médicas. Últimamente sus energías disminuyeron de un día para otro, se sentía débil, incapaz de resistir un día completo con los deberes pisándole los talones es por ello que, visitó a su médico quién le recetó algunas vitaminas hasta que el resultado de sus estudios estuviesen listos.

Pensó qué estaría haciendo su pequeña princesa a esa hora. Para entonces ya estaría pidiendo el almuerzo o bebiendo una caja de leche que le guardó en su pequeña mochila, solo deseaba que Yoongi fuese paciente con ella.

-¡Ya estoy en casa!

Escuchó en la entrada por lo que se las arregló para mostrar su mejor sonrisa. Una de las malditas reglas de Minho.

-Hola, cariño.

Se presentó cruzando el comedor para ayudar a quitarle el saco y el maletín de sus manos para colocarlos sobre el sofá.

NUESTRA HIJA【YOONSEOK】Where stories live. Discover now