Capítulo VII.

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   Había escogido una camisa gris de tela muy fresca y con cuello en V, junto a un pantalón de mezclilla y zapatos de cuero de un tono más claro que la prenda superior; a mi atuendo le sumé un bléiser negro, que le daba el toque elegante al asunto. Mi cuello estaba impregnado a perfume masculino y traté de estar presentable para Paul.

   Me senté en la mesa que estaba justo al lado de la ventana y pude notar que llovería en cualquier momento. Lamenté el hecho de no llevar paraguas en el auto.

   Vi cuando un auto azul marino se aparcó justo al lado del mío (que era del mismo modelo, pero de color blanco). A los pocos segundos, salió Paul. Tenía una camisa de vestir con mangas cortas, de un lila muy claro; su pantalón era negro, así como sus zapatos, los cuales eran muy brillantes. Apresuró el paso hacia el interior de la cafetería para poder entrar antes que la lluvia se hiciera presente.

   No pude evitar sentir un cosquilleo en el estómago cuando lo vi venir hacia mí, con esa barba tan linda, que le hacía una combinación estupenda con su sonrisa y sus ojos.

   —Hola.

   —Hola.

   —Supongo que... que debo sentarme, ¿no? —se rascó el cuello y carcajeó un poco. Estaba nervioso.

   —Sí —le contesté—. Anda. ¿Qué vas a pedir?

   Paul se sentó justo en frente de mí.

   —Un té.

   —Asco con el té.

   —Asco me das tú y estoy aquí, así que mejor cierra esa boquita tan... tan... tan... ¡sólo cierra la boca y no hables de mis gustos!

   Esbocé una sonrisa, al tiempo que leía el menú. Luego de un rato, llamó a una camarera y pidió un té verde endulzado con miel y con hojitas de menta, mientras que yo sólo me conformé con un mocaccino.

   —¿Y bien? —di un sorbo de mi café, con cuidado de no quemarme—. ¿Trajiste la canción?

   —Ah, sí —dejó la taza a un lado, llevó la mano a su bolsillo y sacó una hoja de papel doblado—. Antes que la leas, quiero pedirte un favor.

   —¿Cuál?

   —No te rías. Lo hago porque es unos de mis pasatiempos favoritos...

   —Sí, tranquilo. No lo haré —aseguré—. Dame.

   Me miró desconfiado, pero después de esbozar una pequeña sonrisa tímida, me lo dio. Al abrir la hoja, noté una letra legible y escrita con prisa. Supuse que lo hizo rápido, antes que la inspiración se esfumara.

Who knows how long I've loved you
You know I love you still
Will I want a lonely lifetime
If you want me to, I will.

For if I ever saw you
I didn't catch your name

But it never really mattered
I will always feel the same.

   —Está bonita —le dije, luego de leer los versos—. Está muy linda, Paul —repetí—. Pero, ¿es corta o piensas escribir otra parte?

   —¿Te gusta?

   —Sí, por supuesto. Es muy linda.

   —Porque es para Linda.

   —Lo sé. Lo supuse.

   Paul se revolvió en el asiento y procedió a beber otro sorbo de té.

   —¿Puedo escribir un verso?

Your Heart is all I have ➳ McLennonWhere stories live. Discover now