Capítulo XIII.

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   Logré separarme de Paul con rapidez, e ir hasta la puerta. Al asomarme por el pasillo, logré ver la silueta de Julian con mi móvil en manos.

   —Está sonando —y me lo extendió.

   Lo tomé entre mis manos, sacudí su cabellera castaña, y luego me dispuse a revisarlo. Había un total de diez llamadas perdidas, tres mensajes y dos audios. Todos eran de Yoko. Al parecer le urgía hablarme.

   Antes de poder contestar, el timbre del departamento sonó, por lo que tuve que bloquear el dispositivo e ir hasta allá. Para ese entonces, Paul yacía en el sofá, jugando con Jules al Lego.

   Al abrir la puerta, me encontré con Yoko. Tanto era su desespero por comunicarse conmigo que, como no contesté a tiempo, fue a verme. Extravagantes prendas de cuero cubrían su cuerpo y su cabello estaba atado a una coleta simple. Al verme, se abalanzó sobre mí y me llenó de besos.

   —¡John, estoy feliz! —me tomó de las manos y sonrió. Yo aún estaba esperando el momento del reclamo por no haberle contestado—. ¡Cariño, lo logramos! —y me abrazó, lo que me obligó a mí a colocar mis manos en su cadera.

   —¿Qué sucede?

   Yoko parecía no percatarse de que Paul y Julian estaban a escasos metros de nosotros.

   —¡Estoy embarazada!

   Mi mundo se desplomó en décimas de segundos. Yo no quería otro hijo, pero ella había insistido tanto, que realizó hasta el último tratamiento que había para lograr concebir.

   —¿Qué?

   —¡Sí, John! ¡Lo logramos, lo logramos! —tomó mi mano y la acercó a su vientre. Se mordió el labio inferior, teniendo un semblante juguetón y dijo—: Es nuestro bebé.

   Miré hacia el sofá, dándome cuenta que Jules mantenía su cabeza cabizbaja, y Paul le estaba diciendo algunas cosas, tratando de animarlo. Yoko también imitó mi acto y al percatarse de la presencia de ellos, me miró con sorpresa.

   —No debiste decirlo así. ¿Por qué no sólo esperaste a decírmelo a mí nada más?

   Ella encogió los hombros.

   —De alguna forma tenía que saber, ¿no?

   —Pero debió escucharlo por mí, Yoko, no por ti

   —Igual se va a enterar —refutó—. Y de igual manera tiene que entender que tendrás un hijo al que vamos a querer mucho. No tiene dos años, por amor al cielo.

   Tomé una bocanada de aire y la expulsé con suavidad, al tiempo que pasaba la mano por mi cabello.

   —Debo hablar con él ahora —dije—. Yo te llamo y luego hablamos de eso, ¿sí?

   A ella no le gustó mucho mi reacción, ni mi comentario; pero tuvo que irse al instante porque supo que no había hecho las cosas bien. Incluso, una parte de mí creía que ya se había percatado de esos dos y lo dijo a propósito sólo para molestar a Jules.

   —Hey... —caminé hacia el sofá y me coloqué en cuclillas. Coloqué mi mano en su mentón e hice que levantara su rostro; sentí una presión en el pecho al ver sus ojos cristalizados—. No llores, Jules.

   Paul le acarició la espalda, mientras que me miraba de una forma poco amistosa.

   —Pero, papito —se limpió las mejillas—, ya no serás más mi papito...

   —Sí lo seré —le dije, sentándome a su lado. Lo tomé del brazo e hice que se sentara en mis piernas—. Tú eres mi hijo, Jules. Y te amo mucho. No tienes que sentirte triste porque siempre te voy a querer. Ve el lado positivo: serás hermano mayor.

Your Heart is all I have ➳ McLennonWhere stories live. Discover now