Capítulo XXXVII.

2.2K 207 605
                                    

   Estacioné el vehículo frente al colegio de Jude, y antes de bajar, me coloqué la chaqueta de mezclilla —que resaltaba de todas mis prendas negras— para poder amortiguar un poco el frío que estaba haciendo. A pesar que era mediodía, había una espesa neblina por todo el lugar.

   Había llegado un par de minutos temprano, así que al notar que la puerta verde del salón de mi hijo precioso estaba cerrada, decidí ir a la que estaba al frente. Ahí seguramente estaba Paul.

   En efecto. Al abrir la puerta lo primero que vi fue su silueta sentada en el buró del piano, y a Mary en sus brazos. Él vestía un suéter negro cuello alto, pantalón gris y zapatos del mismo color. Por otro lado, la bebé tenía prendas rosa muy calentitas para contrarrestar el frío que se colaba en el aula.

   —Johnny —se sonrió al verme. Fui hasta dónde él, le di un besito en sus labios y procedí hacer lo mismo pero en la mejilla de Mary—. Creí que vendrías un poco más tarde.

   —También yo —carcajeé un poco, al tiempo que tomaba asiento a su lado—. Pero terminé el trabajo temprano, así que decidí venir antes para poder hablar contigo. Cuando traje a Jules en la mañana no te vi. Te llamé, pero tampoco contestaste.

   —Tenía el móvil en el auto, y Mary me dejó una sorpresita, así que tuve que ir al baño a cambiarla porque Linda estaba ocupada atendiendo a los niños.

   —¿Linda? ¿Tu ex esposa a la que amas mucho?

   Me dedicó una mirada fea, que me hizo reír bajito.

   —John.

   —Perdón —le dije, tratando de apaciguar mi risa—. No lo pude evitar.

   —Olvídalo. Ya lo superé.

   —¿Tan rápido?

   Él encogió los hombros y asintió.

   —Así cómo tú superaste a Yoko. Bueno, que una mujer como esa se supera rápido. ¿Qué tenías en mente cuando iniciaste una relación con Yoko?

   —No lo sé —suspiré, mirándolo—. Tal vez porque no te había conocido a ti.

   —Una buena razón.

   Me reí un poco.

   —¿No me vas a pedir sostener a tu hija?

   —¡Oh, claro! —estiré mis brazos, y logré agarrarla para poder envolver su cuerpecito cerca de mi pectoral. Mary no tardó mucho en emitir risitas y apretar mis cachetes—. Qué linda bebé —murmuré, repartiendo besitos por su cabello.

   —Oye...

   —¿Mhm? —lo miré—. ¿Qué sucede?

   —Yo quería... t-tú sabes que Linda va a quedarse aquí por una reunión que tiene, y yo voy a llevar a las niñas a casa. Quería saber si... si tú querías ir. Ya sabes, a mi casa. Siempre voy yo a la tuya... y creí que... que sería genial que estuvieras allá y conocieras a Martha. ¡Sólo si quieres! ¡Porque si no quieres, pues no vas y punto! ¡Es más, ya no quiero que vayas!

   Me resultó imposible no soltar una carcajada. Paul tenía vergüenza de invitarme a su casa, y se escudó con su comportamiento antipático de siempre.

   —Está bien. Iré —le dije—. Julian estará feliz.

   —¿Y tú estarás feliz?

   —Soy feliz ahora porque estoy contigo.

   —Ah, ¿y por qué no eres feliz también cuando estás con Julian? Ya decía yo que eras un mal padre.

   —Paul.

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora