Capítulo XXX.

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   Sentí caricias en el borde de mi mandíbula, lo que hizo que abriera mis ojos con lentitud. Paul yacía acostado en el borde de la cama, con su brazo estirado hacia mi cara y con una sonrisita.

   —Uhm —estrujé mis ojos, me revolví en la bolsa para dormir, y luego estiré mis extremidades superiores—, Paul...

   —Ya el desayuno está listo. ¿Piensas dormir todo el día? Son las diez.

   —Quisiera —reí un poco, para luego sentarme y pasar la mano por mi cabello—. No te hubieras molestado.

   —Mary me despertó, así que no fue problema —se sentó en el borde de la cama. Llevó la mano a su cabello y lo agitó un poco, logrando salpicar un poco de agua. Tenía una camisa blanca mía y por ende le quedaba un poco ajustada; además de llevar un pantalón deportivo azul marino y un par de calcetines graciosos—. ¿Qué me miras?

   —Nada —negué con la cabeza, al tiempo que estrujaba mis ojos—. No te estoy mirando.

   —¿Puedes convencer a Jules de que deje la cola de Mimi en paz? Dice que quiere hacerle un lazo para que se vea linda.

   —Niño tonto —refunfuñé, en medio de una risita—. Ya voy a decirle.

   —Te espero.

   Dicho eso se levantó, caminó hasta la puerta y salió. Imité su acto, para después colocar las manos en mi cadera y doblar mi espalda, logrando el crujir de los huesos. Dormir en el suelo no era tan cómodo como creía.

   Al estar en el pasillo escuché las risas de los niños, y unas cuantas palabras por parte de Paul. Eso me hizo sonreír involuntariamente.

   Me adentré al baño, agarré el cepillo, apliqué crema dental y lo llevé a mi boca, para luego hacer movimientos para lavarlos. Luego comencé a desvestirme para comenzar una ducha mañanera, que de seguro me quitaría el maltrato de dormir en el suelo. A pesar que las bolsas eran cómodas, nada se comparaba a la comodidad del colchón.

   Salí con la toalla envuelta en mi cintura directo a la recámara. Abrí el armario, busqué un par de prendas y comencé a vestirme. Como el día estaba algo frío, decidí colocarme un pantalón de lana beige y un suéter delgado blanco. Odiaba usar zapatos en casa, así que opté por calcetines azules.

   —¡Papito, apúrate! Tengo hambre. Y debemos comer todos juntos porque una familia que se quiere mucho come juntos y se quieren, ¿verdad?

   Una risita salió de mi boca al llegar al living. Paul estaba ordenando unas cosas en la barra, mientras que Julian y Heather yacían sentados ahí. Los niños tenían sus respectivos conjuntos para estar en casa: él de Batman y ella de Hello Kity, y de colores rosa muy simpáticos.

   —Ya voy, ya voy...

   Mary estaba sentada en el suelo, sobre una pequeña alfombra. Tenía un conjunto rosa y estaba jugando —o al menos lo intentaba— con los Legos de Julian. Al verme, alzó sus bracitos e hizo un puchero para que yo la cargara.

   —Ay, Mary —carcajeé un poco, para después darle un besito en la mejilla y encaminarme hasta la barra de la cocina—. ¿Cómo durmieron, eh? —deposité un beso sobre el cabello húmedo de Heather, e hice lo mismo con Julian.

   —Bien, papito —contestó él—. ¡Yo me bañé solito! Le dije a Paul que me pusiera el forro para el yeso.

   —Yo quería que te esperara —habló Paul, sentándose a mi lado—. Pero él insistió en querer hacerlo solo porque ya es un hombrecito.

   —Así dice mami.

   —Eres un niño con el bracito roto. Ya te lo dije.

   Heather soltó una pequeña risita, por lo que Julian se apresuró en hacerle cosquillas. Por otro lado, yo me había sentado a Mary en las piernas, y ella lo único que hacía era jugar con los pliegues de mi suéter.

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora