Capítulo XX.

2.4K 261 846
                                    

   Era la tercera vez que repetía el procedimiento para atar las trenzas de los zapatos. Estábamos en el parque, sentados en un banquito y esperando a Paul, quien se había ido a casa a alistar sus cosas y buscar a Heather.

   Mi atuendo era simple: una camiseta blanca, pantalón de mezclilla y zapatillas negras. Gracias al cielo no tuve la necesidad de ir vestir a Jules porque ya llevaba ropa deportiva y un par de zapatos que lo ayudarían a correr por doquier.

   —Papito, ¿y cuándo vendrá Heather?

   —Llegamos hace diez minutos, ya cálmate. Paul fue a su casa para alistarse y traerla. No seas impaciente.

   Jules mantenía su pierna sobre la mía, porque yo aún le enseñaba —o al menos eso intentaba— a atarse las trenzas de los zapatos.

   —Mami siempre dice que es un conejito...

   —El conejo muere, ya te lo dije.

   —Papá...

   Rara vez me decía así. Ya me gustaba el 'papito'.

   —Hijo...

   Él emitió una risita jueguetona.

   —Eres el mejor papito del mundo. Te quiero mucho.

   —También yo —bajé su piernita y le di un beso en la mejilla—. Yo también te quiero mucho.

   —Mamá me explicó lo que le pasó a la china.

   Por algún motivo me alegré que Cynthia le haya explicado con palabras tiernas, porque yo no sabía cómo hacerlo.

   —A Yoko —corregí—. Sí... ¿y qué te dijo?

   —Que el bebé la odia y por eso prefirió matarse antes que nacer.

   Bueno, no siempre tenía palabras tan tiernas. Al menos no cuando se trataba de Yoko.

   —Ah, c-claro —carcajeé un poco—. Sí, por eso fue.

   —¿Y tú la quieres, papito?

   —Sí... claro que la quiero. ¿Por qué me preguntas eso?

   —¿Mucho o poquito?

   —Mucho.

   —Pero a Paul lo quieres más, ¿verdad?

   —Julian —suspiré—, son tipos de amor diferentes. A Paul lo quiero como un amigo y a Yoko c-como una... como una pareja, ya sabes.

   —Uhm... es que tú pasas más tiempo con Paul que con la china.

   —Bueno porque Yoko está en el hospital.

   —¡Mira, ahí llegó Paul! —atinó, al tiempo que se bajaba del banquito y corría hacia al frente.

   Guié mi mirada hacia adelante, logrando confirmar lo que él dijo. Paul llevaba una sudadera de color azul oscuro, que le quedaba a su medida y que lo hacía lucir muy bien; además tenía un pantalón negro y zapatos deportivos azules. Por otra parte, Heather tenía prendas cómodas de color rosa y blanco.

   —¿Y Mary?

   —Linda quería llevársela —refunfuñó, sentándose a mí lado—. Yo sé que quieres ver a tu hija, pero ya será otro día.

   —Yo quiero ver a mi esposa nalgona.

   —Yoko ni es nalgona, ni es tu esposa; yo sí soy nalgón, bello, perfecto... pero... —me mostró su anillo, y gracias a ello no tuvo la necesidad de completar la frase—. Qué lástima.

Your Heart is all I have ➳ McLennonWhere stories live. Discover now