Capítulo XXIV.

2.1K 244 615
                                    

   No tardé mucho para esbozar una sonrisa. Los latidos de mi corazón se aceleraron y me resultó imposible ocultar mi felicidad al respecto. Era una de las cosas que más quería: estar con él como una familia, y tener a Mary, a Heather y a Julian a nuestro lado.

   —¿Te gusta la idea, papito?

   —Claro que sí —asentí—. ¿A ti no?

   —Sí, papito. Así Heather y yo vamos a jugar todo el día y todos los días. ¡Y cuándo Mary crezca también!

   —Por supuesto —me sonreí—. Podrán jugar todo lo que quieran.

   —Pero, papito... ¿Paul también? Digo... ¿no es normal que sea una mujer y un hombre? Así cómo tú y mami, y así como Paul y Linda.

   A mí me tocaba explicarle las cosas más difíciles.

   —No necesariamente. Es amor. Mira, ¿tú amas mucho a papitas fritas y a perla, no? —le pregunté. Él asintió—. Bueno, son peces, ¿verdad? Ahora, ¿quién te dice a ti qué no puedes querer a un pez tanto como a un perro o un gato?

   —Nadie, papito.

   —Ahora, ¿quién me dice a mí que no puedo querer a Paul tanto como quise a tu mamá o como puedo querer a una mujer? ¿O qué un hombre no puede querer a otro hombre; o que una mujer no puede querer a otra mujer? Nadie. Es cuestión de amor. De lo que sientes por esa persona sea quien sea.

   —¿Entonces tú quieres a Paul? ¿No importa que sea un hombre?

   Negué con la cabeza.

   —A mí no me importa. ¿A ti sí?

   —No, papito. Claro que no. Linda dice que lo más importante es amar y que si amamos nos vamos a sentir muy bien.

   «Espero que no se arrepienta de haber dicho eso —pensé—. O que yo no me arrepienta de haberme ilusionado con Paul.»

   —Exacto. Ahora —toqué la punta de su nariz y él se sonrió—, debes comer. No puedes saltarte el almuerzo. ¿Quieres que te prepare algo?

   —Papito..., estás cansado.

   —Dijiste que era tu héroe, y los héroes tienen energía infinita.

   —¿¡De verdad!?

   —Sí —carcajeé, para luego tallarme el ojo derecho—. Yo tengo energía infinita.

   —¿Y yo tengo energía infinita, papito?

   —No. Acabas de romperte el brazo y si no te curas te va aquedar uno de robot.

   —¿¡Y tendré más fuerza con ese!?

   —Lo dudo —refunfuñé, al tiempo que me levantaba y acariciaba su cabellera—. Sigue viendo televisión, que iré a preparar algo para comer, ¿sí?

   —¡Pizza! ¡Di que sí, por favor!

   —Está bien —emití una pequeña risa, para luego agarrar el teléfono inalámbrico y marcar el número de la pizzería. Lo hacía tan seguido que ya lo sabía de memoria—. ¿Margarita y Vegetariana, verdad?

   —Sí.

   Hice el pedido, luego de que la mujer que me atendió me dijera todas las ofertas existentes. Al parecer no entendían la frase 'no, quiero combos; quiero dos pizzas medianas', porque por más que lo dijera insistía en que comprar un combo.

   Luego de eso me vi en la necesidad de llamar a Yoko. Quería saber cómo estaba y cómo había salido de la operación, o si había surgido algún cambio.

Your Heart is all I have ➳ McLennonWhere stories live. Discover now