Capítulo XLVIII.

1.5K 174 227
                                    

   Pasé saliva por mi garganta y la miré. Pensé en darle la espalda, pero eso sería un gesto muy grosero de mi parte. Además, Paul ya se había percatado de su presencia, y lo único que quería era que la tierra me tragara en ese preciso instante.

   —Creo que tienes un imán para atraer chinas.

   Apreté mis labios cuando la vi venir hacia nosotros.

   —Estoy perdiendo mi paciencia —murmuró, tomando el coche de Mary—. De verdad no puedo creer tanto descaro de su parte y la tuya.

   —¿Yo? ¿Pero yo qué hice? Ni siquiera la saludé.

   —Claro, sólo tuviste sexo con ella.

   —Paul, no lo recuerdes —pedí—. Sabes bien que me arrepiento de haberlo hecho.

   —Hola.

   Sentí un escalofrío recorrer mi espinazo cuando escuché esa peculiar voz. Me di la vuelta, tratando de sonreír; y al tenerla frente a mí, sacudí mi mano.

   —Hola —intervino—. Eh... ¿May, no?

   Ella frunció el ceño ligeramente, pero terminó por asentir.

   —Mhm, ya. Pues hola, May. ¿Cómo estás? ¿Cómo te va? ¿Cómo te trata la vida?

   —Eh —titubeó—, b-bien..., gracias.

   —De nada. Cariño —se dirigió a mí, y me dio un pequeño beso en los labios—, los niños y yo iremos al piso de arriba a ver otras tiendas.

   —Ah, claro... de acuerdo.

   —Adiós, May. Espero que la vida te siga tratando de maravilla.

   Dicho se fue en dirección hacia donde estaba Santa para poder recoger a los niños e irse del lugar. Aunque, conociéndolo, no me perdería de vista ni un segundo.

   —¿Podemos sentarnos allá? —señaló la mesa en donde estaba, para luego sostener al niño entre sus brazos—. Quiero hablar contigo.

   —Claro, por supuesto.

   Nos dirigimos hacia allá a paso lento, y para cuando mi trasero tocó la silla, mis nervios estaban a flor de piel. Ella colocó al niño en sus piernas, soltó un suspiro y me miró a los ojos.

   —¿Qué fue lo que sucedió la noche anterior? Te fuiste así como si nada y me dijiste que...

   —May —la interrumpí. Noté cómo sus ojos se cristalizaron—, yo lo lamento, de verdad. Pero creo que eso era más que obvio. Fue un impulsó.

   Ella vaciló.

   —¿Sólo un impulso? Para ti fue un momento, pero para mí...

   —No te conozco —volví a interrumpirla—. A duras penas sé tu nombre e ignoro todo en cuanto a tu vida. Creí que ya estaba claro lo que fue para mí. Si yo hubiera querido algo más, hubiera puesto un poco más de interés en conocerte. Perdóname por ser tan franco y ordinario, pero no quiero darle más rodeos.

   Una lágrima resbaló por la mejilla de May, quien tuvo que valerse de su otra mano para limpiarla.

   —Perdón, perdón —dije, al tiempo que frotaba mi rostro—. Esto no debió pasar. Yo no debí haber ido allá, no debí haber bebido; y mucho menos aceptar las llaves del bartender. Mírate. Estás triste, te sientes terrible, y todo por mi culpa. No planeo que te sientas usada, de verdad, perdóname.

   —Me siento tonta —confesó con la voz quebrada—. Me siento tan estúpida de haberme... acostado contigo esa noche. Yo realmente creí que sería una oportunidad para poder acercarme a ti.

Your Heart is all I have ➳ McLennonWhere stories live. Discover now