Capítulo XLVII.

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   Salí del baño con la toalla enrollada en mi cintura, directo a la recámara para poder vestirme. Eran alrededor de las diez de la mañana y planeábamos ir de compras, así que debíamos alistarnos cuanto antes.

   Escogí un suéter ligeramente holgado de color gris, que combiné con un pantalón de mezclilla y botas negras al estilo militar. A mi atuendo le sumé mi abrigo negro, pero ese no me lo pondría sino cuando ya fuese a salir, por ese motivo lo llevé al perchero de la sala.

   —Papito, ¿ya nos vamos?

   —Si quieres te vas solo, niño estúpido.

   Él y Heather rieron. Yacían sentados sobre el sofá, jugando con algunos de sus juguetes, mientras esperaban por nosotros. Tenían puestas prendas deportivas de color gris y blanco, con alguno que otro detalle rosa —para Heather— y verde claro —para Jude. A pesar que estaban abrigados, yo no tardaría en ponerle un suéter y un gorrito a cada uno antes de salir.

   —Mary y yo estamos listos.

   Paul salió de la recámara de las niñas con el bolso de las cosas de la bebé. El llevaba una camiseta azul rey algo ajustada, chaqueta impermeable color negro que combinaba con sus pantalones, y un par de botines brillantes. Además, llevaba una bufanda gris que de seguro se pondría luego.

   —¿Qué me miras, John? —preguntó, sacando a la bebé de la cuna y llevándola entre sus brazos.

   —No puedo responder eso con niños aquí —le dije.

   Él iba a decir algo, pero el sonido del timbre lo interrumpió. No tardamos en intercambiar miradas al escuchar a Martha ladrar.

   —¿Y eso?

   —No lo sé —pasó saliva por su garganta—. ¿Quién puede ser? Digo, casi nadie sabe la dirección de aquí...

   —Voy a ver.

   Me di la vuelta en medio de un suspiro y me dirigí hacia la puerta, la cual abrí inmediatamente. Había un hombre detenido ahí. Tenía un pantalón de mezclilla y su torso y brazos estaban cubiertos por una chaqueta azul marino, muy similar a la de Paul.

   —Denny.

   El mencionado se sonrió, y Martha no tardó mucho en agitar su cola.

   —¿Molesto? Me urge hablarte y no atiendes el móvil.

   —Ah, lo lamento —me hice a un lado, dejándolo pasar—. Debe ser que lo tengo en silencio.

   —¿Debe ser? —vaciló—. Es obvio.

   Los niños sonrieron al verlo llegar, y no tardaron mucho en correr hacia él, por lo que tuvo que colocarse en cuclillas para poder abrazarlos a los dos.

   —¿Dejaste a mami solita?

   —No, princesa —negó con la cabeza—. Es que vine a decirle algo a John. Ella está con su amiga.

   —¡Denny, mira! —Jude le mostro su brazo ya sanado—. Me quitaron el yeso.

   —Eso es genial —él se sonrió—. ¿Y qué le pediste a Santa?

   —Que a Yoko la quieran porque es fea, odiada y nadie la quiere por fea.

   —Julian.

   —¿Qué? —se encogió de hombros, mirándome. Denny estalló de la risa—. Es verdad. ¿Tú la querías?

   —Claro que la quería —bromeó—. Sólo que John me la robó.

   —¡Asco, Denny! ¿Para qué quieres algo así?

Your Heart is all I have ➳ McLennonWhere stories live. Discover now