Capítulo Veinticuatro

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Lexie no tarda mucho en quedarse dormida, ni siquiera acaba esa película tan absurda que me está obligando a ver. Desde el momento en el que se había apoyado en mi hombro, alegando que lo hacía porque me echaba de menos y nada más, sabía que acabaría así, la conocía muy bien, según ella, soy muy cómodo para dormir.

Con cuidado, pauso la película, y la llevo en brazos hasta la habitación en la que se está quedando, es la que siempre usaba, hasta tiene detalles que ella misma había puesto, como pósters de sus cantantes preferidos, discos y mucho maquillaje colocado encima de la mesa de escritorio que había. A James lo dejo en el sofá, puede levantarse por sí mismo y sin ayuda, y cargarlo sería contraproducente para mi espalda. A Lexie no, es mi obligación cuidarla. Es mi hermana pequeña, nadie podía negarlo y disfruto con estos gestos, me recuerda a cuando aún era una niña que no levantaba un palmo del suelo y me había dicho te quiero de forma inocente y tierna, mirándome como si fuera una de las personas más importantes de su vida.

Antes de irme a dormir, miro mi teléfono por si Lena me había dicho algo más, pero no. Así que no me preocupo por ello, cuando me despierte le enviaré un mensaje, tal y como le había dicho. Porque cumplo mi palabra. Siempre.

Por el jet lag no tengo sueño, así que en lugar de ir a dormir me pongo a perder el tiempo con el ordenador y el teléfono, ya tendría tiempo de dormir más tarde, o cuando me entrase el sueño. En un impulso, porque me ha venido a la mente Lena, le envío un mensaje diciendo que ya puedo hablar con ella. No sé ni la hora que debe ser en Suecia, pero no me importa. Un mensaje mío es más importante.

Pero van pasando las horas y ella no me contesta. Me sienta mal. Muy mal. Porque encima me ha dejado el visto.

Eso es que está despierta, ¿por qué no me contesta? ¿Tanto le cuesta decirme que no puede hablar ahora? Mi ego está muy herido. Con Lena siempre me pasa lo mismo, me hace sufrir. No lo merezco.

Una vez que Lexie ya se ha despertado, y me exige que la lleve de compras, algo que no voy a hacer, por mucho que insista, ya que no he dormido y lo que menos me apetece es salir de casa con lo cansado que estoy, los cambios de horario me afectan demasiado. Ella insiste, porque si no, no sería Lexie, hasta que al final su hermano la convence de que no es un buen día. Como siempre.

Estaba ocupada. Lo siento.

El mensaje de Lena me pilla por sorpresa cuando estoy desayunando pizza, idea de Lexie por supuesto. Estoy sorprendido, se ha disculpado por ignorarme. Es raro. ¿Está bien? ¿Se ha dado un golpe en la cabeza?
—¿Ya estás con el móvil? —Lexie suspira—. En teoría debería ser yo la que estuviera pendiente todo el tiempo. Soy la adolescente, la que está obsesionada con las redes, socializar y esas cosas...

—Sabes que no te dejaría —comenta James alzando la vista de su libro—. Además, acabas de fomentar un tópico. ¿Te das cuenta? Luego no te quejes si te decimos eso o papá y mamá te riñen.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora