Capítulo Veinticinco

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Una vez que volvemos a casa, sé que no he sido una muy buena compañía y que James se ha dado cuenta

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Una vez que volvemos a casa, sé que no he sido una muy buena compañía y que James se ha dado cuenta. No sé cómo lo hace, pero sabe en cada momento lo que me ocurre. Me conoce muy bien, mejor que yo mismo. No me preocupa. Es mi agente, mi mejor amigo, mi hermano, no me va a fallar.

—Sigo insistiendo que quiero que me la presentes —musita Lexie cuando llegamos a casa—. Es alguien que estaría bien conocer. Me gusta. No es que sepa mucho de princesas y esas cosas, tampoco me importa, pero es que ha mostrado que tiene principios. Me cae bien. Sería un buen ejemplo para mí.

—Los tiene —afirma James—. No he hablado mucho con ella, pero a mí me parece una persona con una gran cultura y que puede aportar mucho a la sociedad. Será una gran reina. No tengo dudas de ello.

—No sabía que le tenías tanto aprecio —comento en voz queda. James siempre ha tenido buenas palabras para Lena, siempre que se ha dirigido a ella ha sido con respeto, ha alabado sus cualidades y me ha remarcado más de una vez que estoy siendo idiota cuando no la he valorado.

A veces pienso que el que tendría que ser la figura pública de los dos es él. Sería mucho mejor ejemplo, siempre tendría las palabras adecuadas en la boca y no la cagaría como he hecho yo más de una vez. Lo más probable es que la juventud quisiera ser como él y a los padres no les pareciera mal, es decir, sé cómo soy, no creo que muchos progenitores van a estar muy contentos de que sea el ídolo de sus retoños. Sé que si él hubiera sido el que se hubiese relacionado con Lena no hubieran salido tantas noticias, porque aún las hay. Y en el caso de que sí, no hubieran tenido que ver nada con las que hay.

¿Quién no querría que lo relacionasen con alguien tan perfecto como mi James?

Por aburrimiento mientras estamos en el coche, he vuelto a entrar a mi red social preferida, la del pajarito, y he visto que la respuesta a ese titular no ha tardado en generar polémica. Debería haber moderado mi impulso, al igual que ahora. Pero es que no puedo. Me molesta mucho que estén pasando por alto la importancia del mensaje que ha dado Lena.

—¿Qué has hecho ya? —pregunta James—. No paran de llegarme mensajes.

—No me arrepiento —contesto de inmediato—, así que no te servirá de nada tus charlas. No voy a rectificar. En esto no.

—Estoy con él —Lexie me apoya—. Solo ha remarcado lo obvio. El titular es asqueroso. ¿Qué imagen nos da a las adolescentes?

—Lexie, no te metas —pide él y sus ojos azules me examinan. Sé que tiene un dilema interno porque sabe que tengo razón, pero que su función como agente es controlar este tipo de cosas—. Sebastian no puedes actuar así. Y menos cuando tiene tanto foco mediático.

—¿Entonces qué pretendes? —suspiro, derrotado—. ¿Qué clase de amigo sería si dejase que después de ese discurso tan asombroso solo comenten de ella que está muy guapa y que mi novia supo cautivar a la gente? Es que volver a decirlo me pone de los nervios.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora