Capítulo Cincuenta y Seis

25.6K 2.5K 381
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Mucho había tardado.

No es que me sorprendiese, de hecho, me lo esperaba. Sabía que la amenaza no iba a resultar el efecto que queríamos James y yo. Nunca había funcionado.

A ella no le importaba porque creía que no iría más allá, que solo se quedaría en palabras, que nunca cumpliría con lo que dije. Que sería una más de las múltiples ocasiones en las que habíamos mantenido un pulso.

Esta vez se había equivocado. Me había cansado de estar pendiente de lo que hacía y tener miedo a sus posibles represalias. No iba a vivir así.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres hacer? —me pregunta James sacándose las gafas. Me está intentando examinar para saber mi reacción, pero creo que estoy bastante tranquilo.

No voy a negar que enterarme de ello después de pasar un fantástico tiempo junto a Lena en Londres no me ha gustado. Todo había sido tan fácil con ella, pese a las pequeñas dudas que a veces veía reflejadas en sus ojos. Soy consciente de que la princesa en algunos puntos no estaba segura de lo que hacía, sobre todo cuando pensaba demasiado, una de las cosas que menos me gustaban de ella; su racionalidad, pero con la que había aprendido a vivir.

La conocía lo suficiente como para darme cuenta de que cuando empezaba a analizar nuestra relación, había una parte de ella que no estaba del todo convencida. Por suerte, esos momentos son pocos y solían venir después de un malentendido o cuando recibía un mensaje o noticia de su familia. El tiempo en el que estábamos a solas, Lena es solo Lena. No una princesa, no una futura reina, solo una mujer que disfruta de pasar tiempo con la persona por la que tiene sentimientos.

A mí me pasa igual, a su lado solo soy Sebastian, no Rìgh Bastian. Solo yo sin fachadas para ocultar lo que siento.

—¿No te pueden avanzar nada de lo que va a hablar? Porque así podríamos tener el comunicado preparando cualquier tontería que diga.

—Que me hayan dicho que va a salir en prensa escrita es un gran favor. —Suspira mientras se frota la frente nervioso—. No pueden adelantarme el contenido, podrían despedirle.

—Que le despidan, ya lo contrato yo —me río porque ni sé el nombre de la persona que habla. James solía caer muy bien a todo el mundo, quizá por eso tenía infinidad de amigos en cualquier ámbito laboral—. Es una buena oferta.

—Está contento en su trabajo. No quieras comprar a todo el mundo, Sebastian. Pareces un mafioso.

—Le iba a hacer una oferta que no iba a poder rechazar —imito la voz del actor de la película mientras hago el gesto típico italiano. James me mira con una ceja alzada, pero poco después empieza a reírse a carcajada limpia, al igual que yo.

No sé cómo soy capaz de bromear sabiendo que en pocas horas va a salir la entrevista que ha concedido mi progenitora en prensa y que, seguramente, la mayoría de tertulias televisivas se van a hacer eco de ello.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora