Capítulo Setenta y Uno

20.9K 2.5K 1.1K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Mi primer impulso ha sido apartar la mirada al escucharlo, pero no lo hago, me quedo quieta, mirándolo de forma fija a esos ojos que tantas emociones me provocan. Incluso ahora, viéndolo, no puedo creerme que haya dicho algo así.

Sé que mi expresión debe ser de incredulidad, me siento así, no entiendo nada y me gustaría hacerlo.

¿Por qué me está pidiendo esto?

Él es de las pocas personas con las que me he sincerado por completo. Sebastian sabe lo que supone para mí ser reina, lo mucho que he luchado por ello.

Y acaba de decir que quiere que renuncie al trono; acaba de pedirme que renuncie a lo que soy.

—¿Qué acabas de decir? —murmuro—. Repítelo.

Ha sonado como una orden, soy consciente de ello, pero no me importa. Lo único que quiero es saber si me está gastando una broma o es que de verdad lo piensa.

—Lena...

—No —lo interrumpo—. Dilo de nuevo.

Su actitud corporal le delata, está muy nervioso, como si en su mente estuviera librándose una batalla silenciosa sobre lo que quiere decir, lo que ha dicho y lo que dirá.

Me gustaría que respondiera de inmediato, no lo hace. Traga saliva, se frota las manos y se muerde el labio. Todo ello sin dejar que nuestros ojos dejen de estar en contacto.

Aguanto la mirada más por mi propio orgullo que por ganas, no quiero verme débil delante de él, menos después de lo que acaba de ocurrir.

—Quiero que renuncies al trono —pronuncia con menos dudas que antes. No obstante, solo decirlo, esa seguridad se esfuma—. Sé que te estoy pidiendo algo muy difícil, pero no te digo que renuncies a ser princesa, que sé que te gusta. Solo... que cedas el trono a Kristoff. Puedes seguir con tu papel institucional, solo que...

—Solo que no me convertiría en reina —completo.

—Sí... —susurra e intenta cogerme una mano con complicidad, algo que no le dejo hacer, la aparto con rapidez—. Como ya te he dicho sé que te estoy pidiendo...

—No, no lo sabes. Ni te haces una idea. —Estoy tan calmada que sé que solo es la calma que precede a la tormenta—. ¿Por qué, Sebastian?

Necesito saber qué es lo que le ha llevado a pedirme esto. Necesito saber los motivos por los que se ha agobiado tanto. Necesito saber por qué me está pidiendo que deje de ser lo que soy.

¿Sabe que es como si me pidiera que no sea yo? ¿Como si la persona de la que se ha enamorado dejase de existir?

—Yo... Yo no puedo renunciar a mi carrera, no puedo renunciar a la música —admite—. Es la que me ha salvado de mis peores momentos, es mi vida —remarca—. Y no podría dejarla atrás por ti. No podría.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora