Capítulo Treinta y Tres

29.6K 2.8K 296
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Releo varias veces los mensajes de Sebastian. ¿Por qué me pregunta si estoy bien? No puede haberse dado cuenta de que no lo estaba, no es capaz de leer mis emociones.

No puede hacerlo.

En lugar de contestarle de inmediato, tiro el teléfono encima de la cama. Sebastian puede esperar. Intento poner en orden todo lo que siento ahora mismo, mis emociones están tomando el control y me están llevando a mí misma al límite. Suspiro por la gran frustración que tengo. Mi padre no me ve capaz para tomar el papel que me corresponde, el de reina.

¿Diría lo mismo si el heredero fuese Kristoff? Nunca podría saberlo. No solo porque se trataba de un caso hipotético, sino porque el rey nunca admitiría algo así en voz alta. Sin embargo, con su vaga respuesta ya ha creado una duda en mí y me ha creado unas inseguridades que no tenía. Y estoy segura de que es consciente de lo que ha hecho, aunque no sé encontrar un motivo lógico.

¿Todo lo que hacía no era suficiente para él? ¿En qué fallaba? ¿Cuál era mi error? Es que no sabía la razón por la que no me decía esas cosas si consideraba que no estaba aún lo suficientemente preparada. En lugar de decirlo así, podría guiarme o aconsejarme, sin exigirme que le hiciera caso solo por el hecho de ser el rey, ejercer de padre, de uno normal.

Yo solo necesitaba apoyo. El suyo.

¿O es que el problema es que hiciera lo que hiciese nunca sería suficiente para él? ¿Que siempre me pediría más? Aunque para él, la perfección no existía, y si él quería eso de mí, pedía un imposible.

Odio sentirme de este modo, porque me siento insegura cuando no debería, cuando nunca he sido así. Es como si volviera a ser una niña pequeña que necesitaba su aprobación constante para todo lo que hacía y para sentirme mejor conmigo misma.

Seré una buena reina, o eso es lo que creo. Estoy más preparada de lo que estaba mi padre a mi edad, cuando él ya era rey. Pero ahora no puedo dejar de dudar de mí por su culpa, porque quizá habla desde su propia experiencia. Quizá considera que aún no estoy lista porque él en su momento no supo cómo afrontar todas las responsabilidades de su cargo, que solo busca lo mejor para mí.

Necesito relajarme, desconectar aunque sea un momento de todo, así que empiezo a llenar la bañera que hay en el baño contiguo a mi habitación. Lo preparo todo, las sales especiales perfumadas, la música ambiente, esos pequeños detalles que me gustan que puedo hacer por mí misma. Habitualmente estas cosas las hacían las doncellas que trabajaban en el palacio, pero no tenía ganas de molestarlas por algo tan simple y sencillo como prepararme un baño. Una vez que está listo me hago un moño improvisado para que no se me moje el pelo, uno que si mi madre viese diría que no es nada correcto ni de princesa, y me meto dentro del agua.

Cierro los ojos e intento dejar mi mente en blanco.

No lo consigo, así que decido contestarle a Sebastian para intentar resolver la duda que tengo. ¿Ha podido leer mis emociones a través de mi fachada? En lugar de responder mis preguntas, sigue insistiendo con la suya, preguntándome si estoy bien.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora