Capítulo Ochenta y Uno

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Estoy pletórico de felicidad, tan feliz como pocas veces he estado en mi vida.

Y todo es debido a Lena.

No me creo que volvamos a estar juntos; me es difícil de asimilarlo, no solo porque creo que es irreal, que mi mente me está jugando una mala pasada, sino porque sigo siendo muy consciente del error que cometí, no se me olvida.

Aunque no lo digo en voz alta, me sigo torturando por ello, pensando en que el tiempo que hemos estado separados se podría haber evitado, que fui un estúpido egoísta que solo miro por él mismo sin pensar en las consecuencias, que no me di cuenta de lo que ella ya había antepuesto por nuestra relación, que, quizá, lo de las fotografías no hubiese ocurrido si yo hubiera seguido viviendo ahí...

Son demasiadas cosas que tengo en la cabeza con respecto a eso, soy incapaz de perdonarme, no aún del todo. Sin embargo, la situación ha cambiado, para mi suerte lo ha hecho.

Lena me ha perdonado, ha querido seguir apostando por nosotros y no puedo estar más feliz por ello.

Junto a ella soy feliz, soy inmensamente feliz, no necesito a nada ni nadie más, a excepción de mi familia, en la que entra James porque todos los Watson lo son.

Si los tengo a todos ellos, ¿para qué quiero más? No necesito fama, dinero, nada... porque no me van a aportar más.

Como sigo sin creerme que Lena y yo volvemos a estar juntos, me he propuesto no volver a fallarle, demostrarle que no se ha equivocado en darnos otra oportunidad, por lo que me esfuerzo lo máximo que puedo en todas las clases que me dan.

Si soy sincero, el sueco me parece demasiado difícil y me da más de un quebradero de cabeza. Me cuesta entenderlo, saber a lo que se refieren o cómo pronunciar las palabras más sencillas. Es como un trabalenguas constante, uno que hace que me sienta frustrado al no ver que obtengo procesos más allá de lo más básico. Pero en lugar de desmotivarme por ello, aprovecho esa rabia para centrarme aún más en mi objetivo: demostrarle a Lena que puedo estar a su mismo nivel en cuanto a lo relacionado con todo esto, que puede confiar en mí, que si ella quiere, puedo ser su apoyo.

De esa forma los días en Estocolmo van transcurriendo, y yo paso el máximo tiempo con Lena siempre que es posible, y no tiene actos a los que acudir, galas o todos estos asuntos de princesa. Aunque no es lo único, junto a James, o mejor dicho gracias a él, empiezo a contactar con varios profesionales de la música en Suecia.

Desde que había tenido que actuar en ese festival extraño, al que Lena me invitó cuando nos habíamos conocido y que gracias a ello habíamos podido ser amigos, me informé, o James lo hizo, sobre la industria musical del país, no solo de músicos, también con todos los profesionales del sector: productores, compositores, arreglistas...

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora