Capítulo Setenta y Nueve

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No entiendo a qué vienen estos mensajes. De hecho, nunca hemos hablado por teléfono, no porque tuviéramos una mala relación, que no era así, aunque ahora no sabría decirlo después de ver cómo me había tratado en la boda de Harry y Meghan. Nuestro nexo común es Lena, nada más, y ella es la que siempre nos había relacionado.

¿Es que a ella le ha ocurrido algo? Porque si es así...

No sé qué haré si es eso. Probablemente sentirme aún más inútil e idiota al no poder estar a su lado y apoyarla.

¿De qué hablas, Kristoff?
¿Qué pasa?

No sé si te estás haciendo el sorprendido, o es que de verdad lo estás.

¿De qué estás hablando?
Es que no sé si creerte o no...

Quiero pensar que tú no harías algo así, pero...

¿Puedes dejar de ser tan misterioso?
¿Qué pasa?

Como no me responde de inmediato, y estoy muy preocupado, lo llamo, esperando a que me responda.

Hola, Sebastian. —Es tan educado como siempre, pero por lo poco que lo conozco, no está tranquilo, su tono de voz no es igual de calmado—. No esperaba que me llamases.

—¿Qué es lo que ha ocurrido? —Soy directo y me muerdo el labio en un gesto nervioso—. ¿Lena está bien?

—¿De verdad no sabes nada?

—Kristoff, qué mierda está pasando —gruño y no puedo ocultar mi impaciencia—. Me estoy poniendo nervioso solo de pensar que a Lena le ha podido ocurrir algo, y tu falta de respuesta no me ayuda. ¿Lena está bien?

No sé por qué, pero te creo, pareces preocupado de verdad... —murmura y hace una larga pausa—. Te lo contaré todo.

Parpadeo varias veces cuando lo escucho. A medida que va contándome más, aprieto el puño de la mano que tengo libre con mucha rabia para calmarme.

Estoy muy furioso.

¿Cómo le han podido hacer eso a Lena? Que a mí se me vea me da igual, ni me importa, lo que sí me molesta mucho es que hayan invadido nuestra privacidad, la suya, de esta forma.

Aunque no debería, hay una parte de mí que se siente culpable. Si no hubiese aparecido en su vida, ella no hubiera abandonado el palacio real, por lo que esto no hubiese ocurrido. Lena hubiera seguido en su mundo sin problemas así.

—¿Cómo está? —pregunto lleno de preocupación.

No lo sabe. De hecho solo lo sé yo de momento, estoy intentando solucionarlo por mi cuenta —admite y escucho cómo resopla a través del teléfono—. En realidad no sé qué hacer, pero lo estoy intentando arreglar como puedo.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora