Capítulo Cuarenta y Siete

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Como es habitual, al día siguiente los encargados de los asuntos de prensa de la Casa Real Sueca emiten un comunicado en mi nombre para agradecer a todos aquellos que me habían felicitado por mi cumpleaños y también por los obsequios que habían llegado a palacio como regalos. Nunca me había acostumbrado a que gente que no conocía, aunque ellos a mí sí por ser la futura reina de su país, perdiesen tiempo de su vida para enviarme un regalo por mi aniversario. Casi siempre se trataba de comida, que tenía que pasar unos controles sanitarios y rutinarios para asegurarse de que no suponían un riesgo para mí o para cualquier persona que los comiese.

—Nikolaj llegará en breve —anuncia mi madre al verme. Acabo de llegar a palacio y es la primera noticia—. Me gustaría que estés lista, no va a venir solo, tienes que estar perfecta, vienen a verte a ti.

—¿Ah no? —pregunto—. Creía que tardaría más en volver, no hace tanto tiempo que volvió a Noruega.

—Quiero que tengas una pequeña celebración por tu cumpleaños, Lena. Lo he invitado yo —admite—. Y también va a venir su padre.

—¿El rey? —intento suavizar mi sorpresa. Entre ambos países hay una muy buena relación, siempre la ha habido, al igual que entre los dos monarcas, pero no sé el motivo por lo que tiene que estar en un acto tan íntimo—. Sabes que no me gusta hacer celebraciones ostentosas, madre. De hecho ni siquiera sabía que habías planeado algo.

Que el rey de Noruega venga a palacio solo por mi cumpleaños me suena a una mísera excusa para camuflar el motivo real. No sé si Nikolaj lo sabrá, pero se lo preguntaré cuando llegue. Es que lo único que puedo pensar es que mi padre, a mis espaldas, ha planeado algo por el que necesita hablar con el padre de Nikolaj y usa mi cumpleaños como excusa.

Y no me gusta la idea.

—¿Por qué no iba a querer celebrar algo, cariño? —sonríe mi madre—. Nunca he entendido que no quieras disfrutar más de tu día, no es solo el día nacional, Lena.

—Hemos tenido esta conversación muchas veces, mamá.

—Deja que me alegre por ti. Hace veintisiete años y un día que llegaste a mi vida para alegrar mis días —sonríe y yo hago lo mismo al ver lo feliz que está por mí—. Intenta arreglar esas ojeras, ¿no has dormido bien?

No puedo decirle que no he descansado las horas suficientes porque estuve hablando con Sebastian hasta altas horas de la madrugada. Ni siquiera me importó en ese momento, ni tenía sueño mientras hablábamos. Había echado de menos tener esos momentos con él, en lo que todo era tan fácil que no importaba nada más que no fuese el siguiente tema de conversación o la broma que me hacía.

Escucharle cantar la canción que me había dedicado, aunque fuese a través de una pantalla, hizo que se me erizase la piel y desease que estuviera a mi lado para poder vivirlo mejor, poderle mirar a los ojos y admitirle que esa canción me desarmaba.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora