3: Segundo encuentro

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— ¿Cómo es posible que esa muchacha haya escapado? -se preguntaba Erik Fave en voz baja.

Antoine lo miró nervioso ¿Y si se daba cuenta de que él la había dejado escapar? No sabía que tipo de consecuencias le traería algo así pero podía darse una idea de ello.

Y es que el mismo no lograba entender ¿Por qué la había dejado ir? Por más que lo pensaba no le hallaba respuesta alguna a aquella interrogante.

Miró de reojo a su compañero, eran amigos desde los ocho años, se conocían desde niños, pero no estaba seguro de que reacción tendría si se enteraba de aquella verdad.

Sí, aquel secreto debía irse con el a la tumba.

Miró por la ventanilla del auto mientras que pensaba que hacer, debía ingeniar algo pronto, si lo descubrían tendría consecuencias nefastas.

— No lo se Fave, pero no creo que la chica vaya a escapar tan fácil, en algún momento la atraparemos.

— Ojalá Antoine, ya viste como se puso el capitán, si nos volvemos a cruzar con aquella chiquilla y se nos escapa es capaz de enviarnos directo a Polonia.

El rubio trago grueso ante las palabras de su amigo.

— Sí, bueno, -dirigió su vista de nuevo a la ventanilla del auto apreciando el campo que desaparecía a medida que el auto avanzaba- confiemos en que no será así amigo.

De pronto el automóvil se detuvo, al bajar estaban en una estación de trenes en Champagne, al noroeste del país.

Pronto llegaría el tren de Nancy, lugar en el que esperaban encontrar algunos fugitivos del régimen nazi, según algo de información que había llegado hasta su capitán.

— Andando Antoine, tenemos un tren que revisar.







— Hermana tengo calor...

— Oh Pierre, tranquilo, pronto llegaremos a Nancy y podremos descansar un poco -dijo Cossette mientras abrazaba a su pequeño hermano.

Llevaban ya alrededor de dos días de viaje y estaban por llegar a Nancy, hasta el momento no habían sido descubiertos, cosa que lograba calmarla en cierta medida.

Sin embargo tenia miedo, les quedaban pocas provisiones, aún les quedaba mucho camino por recorrer para poder llegar a su destino final y temía que su hermano no lograra soportar el viaje.

A pesar de lo que creía, no se había cruzado con otros fugitivos a lo largo del camino que buscaran refugio como pasajeros ocultos en aquel tren, por lo que, de no ser por que iba viajando junto a su hermano menor se encontraría terriblemente sola en aquel lugar tan oscuro, caluroso y sólo.

De pronto sintió como el tren empezaba a detenerse y sintió su corazón palpitar con fuerza.

Cuando este se detuvo por completo pudo escuchar un grupo de voces masculinas provenir de afuera y por lo poco que pudo distinguir de lo que decían, iban a revisar el vagón de cargamento en el que se encontraban ocultos.

¡Si los veían estarían muertos!

Aferró a Pierre con más fuerza entre sus brazos mientras le susurraba que hiciera silencio, cosa que, gracias a todo lo sagrado y bueno, el niño obedeció.

Al abrirse la puerta del vagón una fuerte corriente de aire entró ventilando a la joven de aquel calor tan infernal a la vez que la luz la enceguecía un poco.

Escuchó pasos acercarse y se ocultó más entre las cosas del vagón, estaba rezando todo lo que sabia por que no los descubrieran.

— ¡Dupaing! ¡Tú y Fave revisen este compartimento, cualquier rastro de algún fugitivo informen de inmediato!

— ¡Sí señor!

Al escuchar aquel apellido su piel se erizó, ¿Sería posible? ¿Cuántas eran las probabilidades de que sus caminos se volvieran a cruzar? ¡Esto debía ser alguna clase de broma cruel!

O tal vez el destino estaba tratando de decirles algo.

Escuchó pasos acercarse cada vez más al lugar donde se encontraba, quería gritar del terror pero sabia que si lo hacía serian descubiertos.

Así que, sin muchas más opciones, se ocultó todo lo que podía detrás de las cajas y maletas del lugar.









El joven de cabellos castaños arrimaba las cajas con prontitud, estaba decidido a encontrar alguna pista que alegrara a su capitán, de lo contrario sabia que se pondría de un humor aun peor que el habitual.

Y aquello no era bueno, para nada bueno.

Antoine dirigió su mirada hacía Erik, el castaño se veía estresado y sabia que aquello no era algo común en él; éste desde que eran niños había sido un chico despreocupado, lleno de vida y algo travieso, siempre se metía en problemas y de alguna u otra forma lo terminaba arrastrando a él en sus aventuras.

Por ejemplo, aquella vez que fueron a la granja de sus tíos y terminaron siento perseguidos por una manada de vacas furiosas debido a las travesuras del castaño.

Dios, que recuerdos.

Pero ahora las cosas eran muy diferentes, su amigo se veía realmente estresado, algo que en un tiempo pasado no habría sido común, mas ahora era totalmente entendible, ya que, si no lograban encontrar algún fugitivo o por lo menos una pista estarían en grandes problemas.

Dirigió su vista hasta unas cajas cercanas a donde estaba revisando su amigo.

Y la vio.

¡¿Cómo podía ser posible?! ¡¿Cómo era posible que se cruzara de nuevo con aquella chica?!

Estaba oculta entre las cajas y maletas del compartimento, abrazaba con fuerza al niño entre sus brazos, se veía cansada y en sus ojos se reflejaba el miedo.

Entonces lo supo.

La salvaría, a ella y al pequeño junto a ella.

Les ayudaría a escapar, le cubriría la espalda el tiempo necesario y luego no se volverían a ver.

Y si de casualidad alguien los descubría se atendría a las consecuencias.

Historia de un amor prohibido.Where stories live. Discover now