10: Redada

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Enero 30, 1941.

La suave danza del viento jugaba con sus cabellos rizados mientras que observaba por la ventana.

Tanto el rubio como su hermano menor habían salido a buscar algunas cosas para continuar el viaje mientras que ella terminaba de arreglar las pocas cosas que tenían en las pequeñas maletas de mano.

Ahora, que ya había acabado de acomodar las cosas estaba descansando en lo que llegaban ambos jóvenes al pequeño hogar que habían formado en aquellos pocos días.

Y en aquel momento de inactividad no podía evitar pensar en sus padres, se preguntaba como estarían ellos, si acaso los podría volver a ver o si siquiera seguirían con vida.

Si tan sólo ellos pudieran estar con ellos en esos momentos, todo seria tan distinto... Estaba segura de que Antoine los ayudaría a ellos también, lo sabía.

Tal vez si le pedía a Antoine que averiguara cuál había sido la suerte de sus padres el pudiera darle alguna información al respecto.

Confiaba en el, tal vez más de lo que era prudente, pero no podía evitarlo, el vinculo que se había formado entre ellos dos era tan fuerte que ya lo sentía como una parte de su ser.

Y lo cierto es que eso, en cierta medida, la asustaba.

De repente un ruido la distrajo, alguien estaba tocando la puerta con insistencia.

Los únicos que la conocían en ese lugar eran Antoine y Pierre, y ellos tenían las llaves del departamento.

Esto no podía ser bueno.








— Espera, arreglate el abrigo, no podemos dejar que nos descubran Pierre -dijo el rubio mientras que llevaba las bolsas de las compras en brazos.

— Lo sé, es sólo que es muy pesado... -dijo el niño en modo de queja.

El rubio suspiró ¿Por qué rayos tenia que ser tan difícil pasar desapercibido?

— Bien, escucha -dijo mirando al pequeño arreglarse el mullido abrigo de lana- ya estamos cerca del departamento, allí podrás descansar un poco ¿De acuerdo?

Vio como el niño hizo una mueca de disgusto, sin duda alguna estaba en total desacuerdo con aquel trato.

Él no quería cargar con ese pesado y molesto abrigo, ¿Por que tenia que usarlo? ¿Solamente por que a otros no le gustaba su color de piel? ¡Vaya tontería! Realmente los adultos eran muy complicados...

— Esta bien -dijo empezando a avanzar junto al mayor- pero quiero que me compres unas manzanas.

Antoine suspiró de nuevo, últimamente eso se le había convertido en una costumbre cada vez que le tocaba cuidar del hermano menor de Cossette.

— Está bien niño, tú ganas, te compraré las manzanas en cuanto pasemos por un lugar que las venda. -dijo el rubio mientras pensaba con gracia en que aquel pequeño enano no vería manzanas sino hasta el otoño.

El niño sonrió feliz ¡Había logrado salirse con la suya!

Justo en el momento en el que Antoine iba a decir algo más un grito femenino se escuchó.

Ambos se vieron a la cara para, acto seguido empezar a correr con dirección al departamento, aquel grito había provenido de Cossette, lo sabían, algo malo estaba ocurriendo.








El constante golpeteo en la puerta acabó cuando esta por fin cedió ante los golpes.

La muchacha apenas tuvo tiempo de levantarse del lugar donde estaba cuando dos soldados con el uniforme y la insignia del partido nazi estaban rodeándola.

Historia de un amor prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora