4: Desvío

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Un suspiro escapó de los labios de Antoine mientras que tomaba la decisión que cambiaría su vida para siempre.

En una mano sujeto una piedra que se encontraba en el suelo de aquel vagón y mientras veía a la morena se giró y se preparó.

De un movimiento rápido y ágil lanzo la piedra afuera del vagón, provocando que esta chocara con algunos tubos de metal que habían en el andén y creara un pequeño alboroto que llamó la atención del resto de soldados, entre los cuales estaba Fave.

— ¿Lo oíste Antoine? ¿Qué fue eso? -preguntó alejándose de la zona en la que iba a revisar.

— ¡Vino de afuera!

El soldado asintió.

— Bien, tú quédate aquí, yo iré a investigar.

El rubio asintió, en momentos como esos daba gracias a Dios por que su amigo fuese un distraído.

Dirigió su vista a la joven, esta lo veía perpleja, sin entender que razón lo había llevado a alejar a su compañero de ellos.

Un cúmulo de preguntas sin respuestas se formaban en su cabeza. ¿Que por qué la había ayudado? Eso ni el mismo lo entendía, lo único que sabia era que cada vez que veía sus ojos, aquellos ojos oscuros llenos de miedo, sentía su corazón detenerse y su estómago agitarse.

¡Maldición! Tenia que hallar respuestas lo más pronto posible o de lo contrario iba a enloquecer.

Y sin embargo, ahí estaba, ayudando a una fugitiva a escapar de la ley.

Escuchó como en la parte de afuera se formaba un pequeño escándalo mientras que el capitán del escuadrón daba ordenes a diestra y siniestra.

— ¿Qué? -espetó- ¿Piensas quedarte ahí todo el día o te vas a mover?

— ¿Ah? -balbuceó ella todavía en shock tratando de entender lo que estaba pasando.

— ¡Vamos! ¡Camina! Sígueme si quieres llegar con tu hermano a un lugar seguro.

Ella parpadeo tratando de salir de aquel breve trance; recordó a su hermano y que debían escapar de aquel lugar por lo que con dudas decidió seguir a aquel soldado nazi.

El rubio se asomó fuera del vagón mientras veía como sus compañeros de escuadrón estaban formados frente al capitán recibiendo instrucciones, al parecer aún nadie se había percatado de su ausencia.

Bajo del transporte y le hizo una seña a la chica para que lo siguiera, a lo cual esta obedeció con el niño aferrado a ella.

Empezaron a caminar entre la maleza seca por el frío invernal tratando de no ser vistos por los demás, pues, si los capturaban estarían perdidos.

— Escucha, a la cuenta de tres vas a correr hacia aquel bosque ¿Entendido? -susurró- yo les cubriré las espaldas.

— Sí, entiendo -contestó ésta aún algo dudosa sobre el asunto.

¿En serio era buena idea confiar en aquel soldado? ¿Y si todo era una trampa? O peor aún... ¿Y si los traicionaba?

Pero aquel no era el momento ideal para las dudas, tenia a un numeroso grupo de soldados a sus espaldas, los cuales no dudarían en atraparlos tanto a su hermano menor como a ella.

Giró el rostro para ver a Pierre, Este no dejaba de ver a Antoine con el ceño fruncido, claramente no le agradaba.

En aquel momento podía ver claramente como su hermano a pesar del temor podía ser valiente para demostrar su inconformidad para con el hombre frente a ellos.

Apretó la mano del menor mientras volvía su vista al frente mientras empezaba el conteo del rubio.

Y, cuando finalmente llegó a tres, empezaron a correr con todo lo que podían, con todas las fuerzas que poseían se impulsaron a través del pastizal mientras que escuchaban a los perros ladrar delatando su posición a los soldados que los buscaban.

— ¡Atrapen a esa mujer! -escuchó que alguien gritaba a la lejanía, cuando por fin llegaban a la entrada del bosque.

Varios ladridos los seguían de cerca acompañados de las voces de sus perseguidores, la adrenalina fluía con intensidad por cada poro de su piel y sentía su rostro arder a causa de la agitación del momento.

Pero no podía detenerse, no ahora.

— ¡Hermana! -exclamó Pierre.

En un tropiezo con una raíz de árbol cayó al suelo, su tobillo dolió intensamente, aún no sanaba debidamente y ya estaba forzándolo, sin embargo justo cuando iba a levántense una mano grande y firme la sujetó de un brazo, provocando que soltara un grito de pánico.

Más al ver de quien se trataba de alguna manera se tranquilizó.

Era aquel soldado rubio que los había sacado del vagón.

— ¡Vamos! ¡Levántate! No hay tiempo que perder...

Ella asintió y trató de levantarse, pero al hacerlo un quejido escapó de sus labios.

— Ella se tropezó con la raíz del árbol, está herida, no puede correr así -dijo el pequeño Pierre, inflando el pecho en una muestra de valor.

El hombre dirigió su mirada a aquel niño, lo recordaba, hace tan sólo unos días estaba encogido de miedo entre los brazos de su hermana y ahora le estaba hablando con seguridad en la voz, hablando a favor de su hermana mayor.

Y aquello hizo que, definitivamente, ese niño se ganara su respeto, pues él haría lo mismo por su hermana.

— De acuerdo, -se en acuclilló en frente de la morena- entonces sube a mi espalda, necesitamos salir de este lugar lo más pronto posible.

Ella asintió y de inmediato hizo lo que el rubio le pidió.

De esa manera los tres retomaron la marcha para salir de aquel sitio, o al menos del alcance de los demás soldados.

— ¿Por qué? -preguntó de pronto la joven.

Él giró el rostro sin entender a lo que se refería la chica en su espalda.

Ella, al ver que el rubio no le entendía re-formuló la pregunta.

— Quiero saber ¿Por qué haces esto? ¿Por qué nos estás ayudando?

Él frunció el ceño.

— Ni yo mismo lo se ¿Sí? En realidad no debería estar haciendo esto, debería haberlos entregado apenas los vi en el vagón, es más, debería haberlos seguido aquel mismo momento en el que te metiste con el niño por aquel pasadizo, pero no lo hice, ni siquiera lo informé... Son muchas las cosas las cuales se supone debería de haber hecho y sin embargo no sé por qué no las he hecho...

Ella lo miró con tristeza, aquel hombre claramente estaba confundido.

— Bueno, yo creo que en realidad no estás actuando mal y te lo agradezco... Mi nombre es Cosette Faure-Dumont y mi hermano se llama Pierre, mucho gusto -dijo la morena mientras que le mostraba una sonrisa afable.

Él la miró intrigado, lo cierto es que no sabia como debía sentirse en realidad.

— Yo... Yo me llamo Antoine Dupaing...

La joven lo miró con ternura, quizás aquel chico podía salir de aquella oscuridad en la que estaba.

Historia de un amor prohibido.Where stories live. Discover now