18: Desconsuelo

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25 de Marzo de 1941.

París, Francia.

El constante golpeteo de una gotera era lo único que se lograba escuchar en aquella oscura celda.

Hace ya un par de días que Cossette había dejado de llorar, ahora únicamente se mantenía en silencio, era lo único que en aquella circunstancia podía hacer, estaba de manos atadas, física y metafóricamente, unas gruesas cadenas de hierro apresaban sus frágiles muñecas, impidiéndole moverse con libertad por aquella celda.

Estaba aterrada, llena de miedo sobre lo que le deparaba el futuro, miedo por su pequeño hermano, a quien cruelmente habían separado de sus brazos, y miedo por Antoine, pues bien sabia ella que el hecho de que el rubio hubiese traicionado al ejército tendría consecuencias graves.

Llevaba al rededor de tres días sin comer, aunque de todas formas no tenia apetito, pero lo cierto es que ya su cuerpo estaba empezando a resentir la falta de alimento.

Además de eso tenia sed, apenas había podido tomar un poco de agua de lo que lograba mantener en sus manos cuando llovía, pues el agua se solía colar por la diminuta ventana que estaba en la parte de arriba de la celda, por la cual algunos pocos rayos solares lograban entrar y los cuales ella aprovechaba al máximo, pues el frío que hacia allí era terrible y los malestares que hace semanas atrás la habían atormentado se estaban haciendo presentes nuevamente, desgastando aún más su pequeño y delicado cuerpo ante la alta fiebre que la azotaba sin clemencia alguna.

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza cuando escuchó la pesada reja de barrotes abrirse, y detrás una figura alta y rubia se aproximó hasta ella con unas pisadas firmes e inclementes, tan diferentes a las de su querido Antoine.

Con temor pudo reconocer el rostro del hombre frente a ella, se trataba de aquel soldado que los había capturado, no recordaba bien su nombre, pero podría reconocerlo donde fuera, después de todo el mismo es quien la había separado de su pequeño hermano, Pierre.

— Vaya, vaya... Dime pequeña criatura, ¿De verdad pensaste que iban a salirse con la suya? -preguntó el rubio con sorna viéndola desde arriba- ¡Ja! Pobre criatura ingenua...

Ella guardó silencio, viéndolo con los ojos entrecerrados, aquel sujeto le parecía realmente despreciable.

— Usted es un monstruo...

— ¿Cómo? ¿Qué has dicho, chiquilla? -inquirió el rubio con una ceja alzada, aún en aquellas circunstancias no podía creer que aquella chiquilla tuviera el valor para insultarlo.

— Lo que escuchó, que usted es un monstruo, solamente un monstruo es capaz de disfrutar el destruir las vidas de otras personas de esta manera... -soltó la chica con una mirada llena de desprecio hacia el rubio, algo que nunca nadie se imagino ver en los ojos de aquella chica- dígame algo ¿Qué sintió cuando se llevó a mi hermano? A un niño asustado, que pedía a gritos que no lo separaran de mi, de su hermana, ¿Acaso eso también lo ha disfrutado?

El rubio bufó, realmente no se sentía con la paciencia para lidiar con aquella chiquilla insolente, sin embargo aún no iba a irse, todavía tenia algo que compartir con ella.

— Realmente eres una muchachita intrépida, ¿Te gustaría saber un secreto? Yo mismo escolté a tu querida madre hacia el campo de concentración y la lleve a la cámara de gas, ¿Y quieres saber qué haremos contigo y tu querido hermanito? Tú serás enviada hacia Vught, así que deberías alegrarte, morirás en el mismo lugar que tu asquerosa madre...

- ¡Cállese! ¡No se atreva a hablar de esa manera de mi madre!

El militar rió con burla.

- ¡Ja! ¿Y qué va a hacer una niñata como tú? En fin, te seguiré contando, en cuanto a tu hermano, el mocoso será enviado a Flossenberg, ambos partirán mañana a primera hora, así que yo te recomendaría que guardes energías, pues será un largo viaje en tren...

Dicho esto el rubio se dio la vuelta con intención de irse de aquella sucia y asquerosa celda con una sonrisa ladina adornando su rostro.

La morena por su parte estaba tan pálida como un papel, no, aquello no podía ser cierto, su madre no podía estar muerta, no podían llevarse a Pierre a aquel lugar, no podía ser enviada a Vught ¿Y su padre? ¿Acaso él también habría tenido un fatídico destino? Eran tantas las dudas que la embargaban que ya no sabia en que pensar.

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza al mismo tiempo que sus ojos se abrían con pánico, ¿Y Antoine? ¿Qué pasaría con su amado rubio?

- ¡Espera! Dime algo... ¿Qué va a ser de Antoine? ¿Qué piensan hacer con él?

Fritz se giró levemente sobre sus talones, el sonido de los truenos de fondo le daba un toque tétrico, a la vez que los relámpagos alumbraban levemente la celda; una gran tormenta se acercaba, tal vez en presagio de lo que estaba por suceder, o tal vez en acompañamiento de las tristes emociones de la joven morena.

- Oh, te refieres al sucio traidor de Dupaing, va a recibir el castigo que las ratas como él se ganan, al llegar el alba va a ser ejecutado por haber traicionado al ejército, así que tranquila, probablemente puedas verlo.

Dicho esto último el rubio se largó del lugar, dejando a una asustada Cossette en la celda, quien en un acto de desesperación empezó a gritar con todas sus fuerzas para que aquel sujeto regresara y le dijera que todas aquellas palabras habían sido una mentira.

Y mientras que aquello ocurría, una gran tormenta empezaba a caer, acompañando a la muchacha en su doloroso llanto, en su duelo, en su dolor, porque ya la sentencia había sido dictada, ahora lo único que le quedaba era esperar su fin y el de los que amaba.

Historia de un amor prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora