17: Adrenalina

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25 de Marzo de 1941.

En una camioneta a gran velocidad se encontraban Eric Fave junto a un grupo de soldados de reserva, con dirección hacia uno de los puertos del norte del país.

La noche era fresca, el cielo estaba despejado y las estrellas resplandecían, produciendo en el castaño una sensación de tranquilidad.

Realmente las dudas lo habían estado atormentando constantemente en aquellos días, produciéndole un gran malestar emocional, aquello que hacia no estaba bien, en el fondo lo sabia, mas sin embargo su conciencia estaba en una constante lucha contra su responsabilidad.

Pero ¿Cuál debía ser su mayor responsabilidad? ¿Ser leal al ejército o ser leal a sus convicciones y valores?

Ciertamente no sabia que hacer, las palabras de Adrianne habían quedado grabadas en su mente como si hubieran sigo forjadas con hierro al fuego.

Miró por la ventanilla del vehículo, en unos minutos estarían llegando al poblado, su grupo había sido asignado a vigilar aquel lugar, por suerte él ya se había recuperado de su brazo.





Bajo la noche estrellada una pareja se encontraba caminando, tomados de la mano, por las tranquilas calles del pueblo, mientras veían al pequeño niño que los acompañaba corretear frente a ellos mientras que jugaba con un perro del lugar.

Una sonrisa tranquila se instaló en el rostro de la pareja, eran conscientes del peligro que corrían, de que tenían que irse de ahí lo más pronto posible, pero querían disfrutar de aquella última noche en aquel tranquilo pueblo.

Una extraña opresión se había instalado en el pecho del rubio desde aquella mañana, razón por la cual había arreglado todo para irse de allí junto a sus dos acompañantes, tenía un mal presentimiento, un muy mal presentimiento, y de una u otra forma sabia que si no desaparecían de aquel lugar las cosas se pondrían feas.

Estaban listos para volver a casa cuando empezaron a escuchar gritos de pánico a lo lejos, con un respingo Antoine se giró para investigar cuál era la causa del alboroto al tiempo que Cossette tomaba a Pierre en brazos y el perro empezaba a ladrar.

No hizo falta mucho cuando ambos lograron ver a lo lejos como un vehículo del ejército Nazi se acercaba al centro del pueblo, justo el lugar en el que ellos estaban.

Con desesperación Antoine tomó de la mano a Cossette para empezar a huir a la vez que los soldados empezaban a bajar de la camioneta.

— No puede ser... ¡Corre!

Corrieron a todo lo que daban sus piernas a través de la plaza central del pueblo en busca de un escondite, necesitaban alejarse de ahí lo más pronto posible, si no lo hacían los iban a atrapar, lo sabían, y también sabían que si lo hacían, esta vez ni iban a tener tanta suerte.





— ¡Muy bien soldados! ¡Ya conocen sus ordenes! ¡Andando!

Dicho aquello el pelotón empezó a dispersarse a lo largo del pequeño pueblo, dispuestos a acatar sus ordenes y cumplir con su deber.

Entre ellos se hallaba un ansioso Eric Fave,  lo lejos le había dado la impresión de ver a su desaparecido amigo tomado de la mano de una chiquilla de color, cosa que, más que alegrarlo por el posible reencuentro, lo que hizo fue angustiarle ante la idea de que alguno de sus otros compañeros también los hubiera visto, o peor aún, que los encuentre antes que él.

Una descarga de adrenalina recorrió su cuerpo de pies a cabeza ante esa idea, no, aquello no podía pasar.

Sentía su respiración quemar su pecho con el acelerado palpitar de su corazón a la vez que corría en dirección del lugar en donde los había visto correr, observando con detalle cada rincón en busca de algo que le diera pista de en donde podrían estar ocultos.

Por que Antoine más que su amigo era su hermano, y como tal, debía salvarlo.

Entonces escuchó un grito.

— ¡No! ¡Pierre! ¡Suelta a mi hermano!

Con un nudo en la garganta observó a aquella chica golpeando a Gastón con la rama caída de un árbol mientras que un perro mordía el pantalón de este, a la vez que Antoine corría hacia el soldado y le propinaba un fuerte golpe a la mandíbula, logrando que este soltara al niño, quien con miedo corrió de nuevo a los brazos de la morena.

Con la respiración agitada corrió hacia el trío, viendo como ahora el perro empezaba a ladrar en su dirección mientras que el rostro de la muchacha se contraía de miedo y el rubio la tomaba de la mano listo para correr de nuevo.

Y realmente no le gusto ver aquella expresión en el rostro de la muchacha a metros de él, era la primera vez que se dedicaba a pensar en el miedo que aquel uniforme producía en la gente, y no le gustó, definitivamente no le gustaba ser el causante de aquella mirada.

— ¡Antoine! -gritó con la respiración entrecortada, corriendo los pocos metros que quedaban entre ellos para finalmente darles alcance- ¡Antoine!

El rubio se giró a verlo con una clara expresión de asombro en su mirada.

— ¿Eric?

— Antoine, Antoine... ¿Qué haces? ¡Debemos irnos! -apremiaba la morena con desesperación, viendo hacia todas partes a la espera de un nuevo ataque.

El castaño abrió la boca para decir algo, lo que fuera, pero una voz a sus espaldas hizo que su sangre se congelara al instante y una descarga de adrenalina recorriera el cuerpo de cada uno de los presentes.

— Vaya, vaya... Pero miren esto, tal parece que el soldado Fave cumplió bien con su deber de encontrar al traidor de Dupaing...

Una mirada confundida se instaló en el rostro de Antoine al ver al sujeto rubio tras de su amigo.

Fave por su parte reconoció aquella voz al instante.

— Fritz...

— ¡Soldados! -llamó el alemán a un grupo de soldados- detengan a Antoine Dupaing por traición al ejército y saquen de mi vista a estas sucias escorias.

Dicho esto los soldados tomaron a la fuerza a Antoine, Cossette y a Pierre, ante la mirada impotente de Eric, quien sabia que intentar hacer algo por su amigo en aquel momento seria un suicidio.

Historia de un amor prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora