11: Secretos

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— ¡Listo! ¡ya tengo las maletas!

— ¡Bien Pierre! -dijo Antoine dirigiendo su mirada a la morena- ¿Estás bien? ¿Crees que puedas caminar?

— Sí...

Después de lo ocurrido, el rubio mandó al niño a buscar las maletas mientras que él se encargaba de dejar a los soldados encerrados en una habitación y limpiar la herida en la cabeza de la muchacha.

Al acabar de curar a la joven, el soldado se dirigió a revisar los alrededores a través de la ventana principal de la sala; a lo lejos pudo ver como el casero vigilaba fijamente la entrada del pequeño departamento.

— Ese imbécil nos delató... -dijo Antoine mientras murmuraba un par de improperios en contra del señor mayor.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres, Antoine? -inquirió Cossette confundida mientras que su respiración regresaba a la normalidad.

Aún le daba vueltas todo.

— Vamos, no hay tiempo que perder -respondió este a la vez que cargaba los dos pequeños maletines con sus cosas- ¡Andando! En el camino les explico.

Ambos hermanos se vieron entre sí y asintieron.




En silencio Erik Fave se movilizaba entre los oscuros corredores del cuartel con rumbo a la oficina de archivos.

Tenia que encontrar algo que le indicara que estaba haciendo ahí la joven rubia, además de que pensaba investigar un poco sobre aquel soldado, Fritz.

No podía quedarse tranquilo hasta que encontrara una respuesta a sus dudas, por alguna razón sentía que aquel soldado le iba a causar muchos problemas a futuro.

El constante golpeteo del agua cayendo en el suelo desde las goteras le daba un aire totalmente lúgubre al lugar, el pasillo se encontraba sumido en las tinieblas y el frío lograba colarse a través de las paredes.

Entraban en plena primavera y las lluvias no daban abasto, lo cual podía llegar a ser un poco molesto a la hora de ir al campo de batalla.

Pero él era un soldado entrenado para luchar en todo tipo de terrenos, por lo cual una pequeñez como esa no iba a ser un problema.

Aquello no era mas que una simple nimiedad.

Sin embargo, una de las cosas que más ocupaban su mente en esos momentos era el paradero de Antoine y su joven hermana.

A lo lejos, ya estando cerca de su objetivo, escuchó un murmullo, como voces fantasmales en aquel sórdido lugar.

Avanzó con cuidado de ser descubierto, pasando de largo la oficina de archivos, hasta llegar al cuarto de calderas.

Una vez allí, se acercó lo máximo posible a la puerta, con cuidado de que no lo escucharan, lo que escuchó allí lo perturbó.

Te lo digo, debemos hacer algo, no podemos dejar que nos descubran, de lo contrario todo nuestro trabajo se vendrá abajo, ¡Han sido meses de investigación! ¡La corona cuenta con nosotros!

¡Baja el volumen Charles! ¡Lo ! Pero no contaba con que Erik iba a estar aquí, lo peor de todo es que que me reconoció y está buscándome...

Escucha, quiero que te centres en investigar la operación Barba Roja, nuestros soldados deben estar preparados lo máximo posible, de lo contrario muchas personas morirán.

Pero, ¿Y Erik? ¿Qué sucederá con él? Además, también está el asunto con aquel soldado nuevo, Fritz Schneider, me encontré con él el otro día y que sospecha algo, ese sujeto no es tonto Charles, no lo es y si no tenemos cuidado nos vamos a hundir...

has tu trabajo, yo me encargaré de mantener a esos dos a raya para que no interfieran, no podemos perder esta guerra Adrianne.

Pronto escuchó como algunos pasos se dirigían hacia su dirección, por lo que rápidamente empezó a correr por el pasillo hasta esconderse en la primera puerta en su camino.




Mientras que caminaban sentía como todo le daba vueltas.

Un jadeo escapó de sus labios mientras que perdía el equilibrio, a lo que Antoine, quien iba junto a ella, la sostuvo para evitar que cayera al suelo.

— ¡Cossette! -exclamó Pierre.

— ¿Estás bien? -preguntó él por enésima vez.

— Sí, eso creo... Solamente fue un mareo -guardó silencio unos segundos- Antoine ¿A dónde iremos ahora?

El rubio se dio cuenta de la preocupación de la muchacha, así como del miedo que esta sentía, y tenia razones suficientes para sentir aquellos sentimientos.

Pero él no dejaría que aquellos imbéciles volvieran a hacerles daño, no, no dejaría que eso sucediera.

Sabia perfectamente que cuando las noticias sobre su traición al ejército se dieran a conocer pedirían su cabeza, pero eso ya no le importaba, ahora lo único que deseaba era poner a salvo a Cossette y a su hermano, ya después pensaría en como librarse de aquella situación.

— Vamos, sube a mi espalda, yo te llevo -pidió al tiempo que se inclinaba para que la chica pudiera subir- tengo unos amigos que trabajan en un cabaret, ya hablé con ellos hace unos días para que nos oculten durante un tiempo, son buenos chicos, ellos no nos delatarán.

La muchacha asintió, realmente estaba cansada de tanto huir, de mantenerse oculta, de no poder ser libre, como en aquellos libros que los dueños de la casa donde vivían y en la que sus padres trabajaban solían leer para ella y su hermano.

Aquel matrimonio no había tenido hijos, por lo que tanto a ella como a su hermano los trataron siempre con mucho cariño y amor, educándolos y protegiéndolos como si de sus propios hijos de tratasen.

Hasta que la guerra comenzó.

¡Oh! ¡Cuanto extrañaba aquellos tiempos! Los extrañaba, a ellos, a sus padres, a sus amigos...

Los extrañaba tanto, de tan solo recordar aquellos días tan felices sentía ganas de llorar, el dolor que embargaba su corazón era tan grande que quería gritar a todo pulmón.

Antoine vio preocupado a la chica, sus ojos, usualmente alegres y vivaces, se habían tornado tristes y cristalinos, además, su rostro se mostraba compungido y pequeños temblores atacaban su menudo cuerpo.

Estaba a punto de llorar.

Y entonces, él quiso llorar junto a ella, por que había resultado lastimada, la habían herido aquellos quienes una vez el había llamado camaradas, tanto física como psicológicamente.

Y eso le dolía, vaya que le dolía.

Pero no era el momento de llorar, no para él, en aquel momento su prioridad era la seguridad de aquellos hermanos, por lo tanto no podía mostrarse débil, no ahora.

Su chica lo necesitaba.

Historia de un amor prohibido.Where stories live. Discover now