16: Lé amour

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18 de Marzo de 1941.

En el silencio de la noche el pequeño grupo se encontraba cenando en el pequeño comedor de la desgastada cabaña.

Habían pasado algunos días desde que estaban ahí, afortunadamente el lugar había estado abandonado desde hacia un buen tiempo, desde inicios de la primera guerra mundial tal vez, quizás desde antes incluso.

El lugar, aunque carente de muchos de los servicios básicos les había resultado realmente útil, por lo menos habían conseguido un buen lugar para reponer energías en lo que continuaban su viaje a la costa, el viejo Cadillac lo habían escondido en el viejo granero y el alimento lo conseguían de los cultivos de la vivienda, los cuales habían logrado sobrevivir de milagro.

Ya estaban acabando de comer cuando la morena vio como su hermano menor empezaba a cabecear, más dormido que despierto, aún en su asiento.

— Pierre... -lo sacudió un poco intentando despertarlo- Pierre, ve a la cama...

Antoine negó con la cabeza viendo la escena.

— Espera aquí, yo lo llevo.

Cossette asintió con una pequeña sonrisa adornando su rostro, viendo como el hombre tomaba a su hermano en brazos y se dirigía a las escaleras para llevar al niño a la habitación en la que estaba durmiendo.

Una vez que el hombre desapareció de su vista, la joven se giró y empezó a recoger los platos de la mesa, para llevarlos a la cocina y empezar a lavarlos.

Arriba, en la habitación, Antoine depositó a Pierre en la cama y lo arropó con cuidado de no despertarlo, observó como el niño dormía plácidamente y una sonrisa anhelante se asomó en su rostro, realmente podría acostumbrarse a esto.

El cuidar de aquellos hermanos se había vuelto algo vital para él, por lo que a estas alturas la idea de separarse de ellos le resultaba completamente insoportable.

¿Qué pensaría su hermana si lo viera?

No lo sabia pero realmente deseaba poder verla una ver una vez más antes de marcharse de Francia, pues nada le aseguraba que pudiera hacerlo después de eso.

Miró la ventana a través de la cortina desgastada y pudo observar como una estrella fugaz surcaba el cielo nocturno.

Al verla recordó cuando era niño y su madre le había contado como, si pedía un desea con suficiente fuerza al ver pasar una estrella fugaz, esta se lo concedería.

Y con una sonrisa traviesa y con los ojos llenos de un ligero toque infantil lo hizo.

Deseó, deseó con todas sus fuerzas, esperando que su sueño se cumpliera, aunque fuera algo absurdo pedírselo a un pedazo de meteorito.

— Por favor, que se cumpla...

Con una sonrisa tranquila salió de la habitación y bajó las escaleras con rumbo al comedor, viendo como tanto la muchacha como los trastes habían desaparecido, por lo que con las manos en los bolsillos se dirigió a la cocina, encontrando a la chica limpiando los trastes en el fregadero.

Se acercó por detrás de Cossette y con suavidad rodeó la cintura de la chica con sus fuertes brazos, sorprendiéndola en el acto y sintiendo como a los segundos la joven empezaba a relajarse.

El rubio vio con adoración como la morena recostaba su cabeza en su pecho, él le llevaba varios centímetros de altura por lo que ella se veía pequeña a su lado.

Pero realmente no le molestaba, después de todo ella era únicamente su pequeña, suya y de ningún otro.

Inclinó la cabeza hacia delante, recostando su frente con la de la morena, Cossette cerró los ojos y una pequeña sonrisa se  asomó en sus labios.

Con delicadeza el rubio giró a la muchacha sobre su eje, recostándola del mesón y acercándose más a ella, dejándola presa entre el mesón y él.

— Vamos, deja eso, mañana lo terminamos de limpiar.

— Antoine... -dijo ella en un murmullo delicado.

— Shhh -silenció el rubio colocando sus dedos sobre los carnosos labios de la morena- no digas nada; Cossette, no sabes cuanto te quiero, es por eso que estoy dispuesto a luchar con todo por ustedes dos, voy a sacarlos de aquí a como de lugar, te lo prometo.

La chica sintió sus mejillas arder con intensidad, aquellas palabras habían resultado ser realmente hermosas, a pesar de lo sencillo de estas podía sentir la emoción con la que las había dicho.

Con ojos brillantes observó al ex soldado, su soldado, vio como este tenia las mejillas arreboladas, resaltando sus preciosas pecas, las cuales salpicaban sus mejillas y nariz como un leve rocío, vio la cálida sonrisa en sus labios delgados y su cabello rubio y lacio desordenado, dándole cierto aire salvaje.

El rubor en sus mejillas aumentó al pensar en lo atractivo que se veía.

Poco a poco sus rostros se fueron acercando, hasta que sus alientos chocaron, mezclándose entre si y sus labios quedaron unidos en un suave y delicado beso.

Antoine pasó sus manos con lentitud tortuosa por la cadera de la chica, recorriéndolas hasta su cintura y espalda, acercándose todavía más a ella, aprisionándola aún más a él, sintiendo su cuerpo contra el suyo a la perfección.

Cossette por su parte colocó sus manos en el cuello del rubio, levantándose de puntillas para alcanzarlo un poco más, un jadeo ahogado escapó de sus labios en medio del beso al sentir el cuerpo de Antoine aprisionarla, por que si, lo sentía a plenitud, absolutamente todo.

La temperatura en la cocina había aumentado increíblemente, a pesar de que afuera estuviera cayendo una fuerte lluvia de inicios de primavera, ambos se sentían sofocados, ahogados en aquel idílico fuego que recorría sus cuerpos de pies a cabeza.

Entre tropezones fueron saliendo de la cocina, aun pegados el uno al otro; un par de objetos cayeron al suelo mientras que avanzaban hacia las escaleras; al llegar al pie de estas Antoine sujetó a Cossette de la cintura y las piernas, cargándola como a una princesa de cuentos de hadas, subiendo los escalones con cuidado de no dejarla caer, a la vez que la veía con devoción.

Llegaron a la planta de arriba y entraron a la habitación del rubio, el cual con un leve empujón la cerró detrás de él, desapareciendo ambos del lugar para dar rienda suelta a sus mas profundos sentimientos y deseos, uniendo sus almas por primera vez y para siempre en el que seria el enlace de sus vidas.






Los suaves rayos del sol se colaban por la ventana, provocando que el rubio abriera los ojos debido a la molestia que estos le causaban, y haciendo que dirigiera sus ojos en todas direcciones tratando de saber en donde se encontraba.

Una vez que fue consciente de donde estaba inmediatamente llegaron a él los recuerdos de lo ocurrido la noche pasada, dirigiendo rápidamente su azul mirada hacia la mujer a su lado.

Cossette se encontraba profundamente dormida, acurrucada junto a él, con su cabeza recostada sobre su amplio pecho, con su rostro tan apacible y sereno que lo hizo sonreír.

Se encontraba tan tranquila y apacible que le daba pena despertarla, por lo que solo se limitó a observarla mientras dormía.

Con cuidado se inclinó, quedando recostado del lado izquierdo de su cuerpo, dirigiendo su mirada al cuerpo semi-desnudo de la chica, apenas cubierto por la delgada sábana blanca de la cama.

Con una sonrisa empezó a acariciar el rostro de Cossette, despertándola poco a poco; tenían que levantarse, no seria bueno que Pierre los fuese a buscar y los encontrara en aquellas fachas.

Una sonrisa escapó de los labios de la chica, quien frotándose los ojos, trataba de despabilarse, para con una voz suave finalmente hablar.

— Buenos días Antoine...

— Buenos días princesa -respondió él con ternura- ¿Lista para continuar con nuestro viaje?

— Si es a tu lado, siempre.

Una sonrisa enorme deslumbró en el rostro del soldado al escucharla.

Definitivamente, podría vivir así el resto de sus días.

Historia de un amor prohibido.Where stories live. Discover now