8: Compasión

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El sonido de el fuego crepitar inundaba la habitación mientras que el delicioso aroma del guisado en el caldero cocinándose se esparcía por toda la estancia haciendo sonreír a la morena.

En la mesa del comedor se encontraba Pierre haciendo un dibujo con algunos materiales que había encontrado en la habitación del hijo de los dueños originales de la cabaña.

Afuera Antoine se hallaba cortando algunos leños con el hacha para avivar el fuego durante la noche y de esa manera no morir congelados por el frío.

El trio de fugitivos se encontraban varados en aquella granja, las nevadas habían hecho imposible que siguieran su camino y a este paso solamente les quedaba esperar a que las condiciones climáticas se volvieran menos conflictivas e incomodas para el viaje.

Y es que, aunque a Antoine poco le importaba tener que atravesar los caminos cubiertos de nieve debido a su ya amplia experiencia en ámbitos tan hostiles, sabia perfectamente que los hermanos que viajaban junto a él no lo resistirían.

Pierre era muy chico todavía como para tener el suficiente cuidado para avanzar sin caerse y Cossette por su parte podría resbalarse con la nieve y salir realmente lastimada.

Además, ninguno de los dos hermanos tenían ropa adecuada como para viajar en medio de la estación por media Francia.

Ya la tarde estaba muriendo y todos se preparaban para la noche, sabían que pronto tendrían que partir, pues entre más tiempo pasaran en aquel lugar más riesgo correrían de que los descubrieran.

Y el miedo seguía ahí, latente, como un constante recordatorio de que sus vidas corrían peligro si los llegaban a descubrir por alguna casualidad del destino.

Cossette se recostó en el marco de la ventana observando al rubio trabajar, ciertamente era un joven atractivo y muy hábil, además de fuerte y hasta simpático se atrevería a decir.

Más sin embargo sabia que estaba confundido, lo podía ver en sus ojos, estaba perdido cual niño pequeño, incluso podría decirse que se encontraba a la deriva.

Y aquello, sin duda alguna, solamente hacia incrementar sus ganas de conocerlo más aún, pues en aquel periodo en el que habían estado huyendo por el bosque y posteriormente hospedándose en aquella cabaña no habían cruzado muchas palabras, como si el rubio estuviera intentado construir alguna clase de muro a su alrededor para evitar que ella o inclusive Pierre, lo traspasaran.

Quería conocer lo que ocultaba el corazón del rubio, lo que se hallaba en su interior, lo que se refugiaba realmente dentro de él, sus secretos más profundos, así como también brindarle su amistad, su compañía, su cariño.

Quería enseñarle el verdadero significado de la amistad, de la justicia, de la libertad, quería sacarlo de aquella oscuridad en la que estaba sumido, quería rescatarlo de si mismo antes de que fuera tarde.

Y no es que quisiera tener algún romance con él, no, sus padres le habían enseñado bien a hacerse respetar, además de que sabia que una relación de ese tipo entre dos personas tan distintas como lo eran ellos seria algo penado por la ley sin duda alguna.

Pero él los había rescatado de aquel tren tanto a su hermano Pierre como a ella y quería retribuirselo, sabia que Antoine necesitaba ayuda y ella estaba dispuesta a brindársela.

Y entonces, tal vez y solo tal vez, los ojos del rubio brillarían con la alegría y la felicidad que sólo podían brindar la verdadera libertad.





Enero 15, 1941...

— Bien, ya es hora, ¿Están listos?

— ¡Sí!

Historia de un amor prohibido.Where stories live. Discover now