15: Bandos

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12 de Marzo de 1941

El silencio llenaba la habitación donde los soldados dormían mientras que Eric se removía inquieto en las sábanas.

Con la mirada fija en el techo de madera angustiosos pensamientos cruzaban su mente, tratando de pensar en alguna manera de ayudar a su amigo.

Tenía miedo, mentiría si dijera que no, no sabia en que iba a parar todo este caos, pero debía hacer algo con urgencia, no podía quedarse de brazos cruzados.

No cuando su mejor amigo estaba en peligro.

Ahora, lo que debía averiguar es: ¿Por qué Antoine estaba ayudando a un par de fugitivos a escapar?

A no ser que...

No, no podía ser eso.

Sacudió su cabeza de un lado al otro, la falta de sueño debía estar haciendo estragos en su imaginación.

Viendo la hora en su reloj de pulsera y a estas alturas era definitivo que no volvería a dormir, se levantó del gastado catre con algo de pereza y salió del cuarto sin reparo alguno, después de todo no tenia a quien despertar, ya que todo su pelotón se había marchado a cumplir con la tarea que les habían asignado.

Avanzó por los pasillos con paso firme, bajo las luces titilantes sobre él, seguramente pronto tendrían que cambiar las bombillas.

Giró en una esquina con rumbo a el gimnasio, necesitaba hacer algo de ejercicio, relajarse un poco y drenar aunque fuera un poco de todo aquel estrés que lo estaba atormentando.

¡Dios! ¡Es que todo aquello era tan frustrante!

Entonces la vio, avanzando en su dirección con ese porte tan firme y seguro, así como aquella elegancia que siempre la había caracterizado a pesar de ser una chica de granja y aquel tambalear de caderas tan típico en ella.

Ahí estaba ella: Adrianne Dupaing.

Ambos frenaron de golpe a tan solo unos pasos de distancia entre ellos, ninguno decía palabra alguna, simplemente se quedaron viendo el uno al otro en total silencio.

Hasta que finalmente Fave tomó una gran bocanada de aire y con dos zancadas acortó la distancia entre ambos.

Ella soltó un gemido de sorpresa al sentir como el soldado la sujetaba del brazo y la arrastraba hasta una de las puertas más cercanas; la primera a su derecha de forma más concreta.

Cerró la puerta detrás de él y le pasó llave ante la mirada entre sorprendida y enojada de la rubia frente suyo; soltó el aire que había estado reteniendo sin darse cuenta y finalmente se animó a hablar.

— ¿Y bien? ¿Se puede saber que estás haciendo aquí Adrianne?

— ¿Qué te parece que hago Eric? ¡Lucho por detener toda esta locura!

— ¡Por Dios Adrianne! ¡¿Siquiera te has dado cuenta del peligro al que te estás exponiendo con todo este juego de espías?!

— ¡No es ningún juego! ¡Y tan sólo para que lo sepas sé perfectamente lo que hago! ¡Me he convertido en una agente del ejército Inglés Eric! -contestó esta dándole ligeros golpes en el hombro con el dedo índice.

— ¡Pues no lo parece! ¡¿Y cómo se te ocurre aliarte con los ingleses?!

—¡¿A no?! ¡¿Y acaso tú si sabes qué es lo que estás haciendo?! ¡Y yo me alío con quien se me pega la gana!

— ¡Claro que lo sé! ¡Estoy luchando por un futuro mejor Adrianne! ¡Para ti, para tus padres, para mí! ¡Para todos! -exclamó tocándose en puente de la nariz con desesperación.

— ¿En serio Eric? ¿Para todos? -hizo una breve pausa- ¿También para esas personas que están atrapadas en los campos de concentración? ¿También están incluidas aquellas personas a quienes el desgraciado de Hittler ha enviado a las cámaras de gas sin importarle las vidas que está segando? ¿Y sus familias? ¿Y también están ellas incluidas en tu lucha? ¿Los judíos, africanos, asiáticos? ¿Ellos también están incluidos?

El castaño guardó silencio ante lo dicho por la mujer frente a él, no le causaba mucha gracia, pero sabia que muchas veces para llegar a una meta habían que hacerse ciertos sacrificios.

El problema era si él estaba dispuesto a ser parte de quienes lo ejecutaran.

Con frustración se pasó ambas manos por su cabello, provocándole una ligera molestia en el hombro lastimado.

Pero no le importaba, ya no.

— ¿Supiste lo de Antoine?

— ¿Lo de que está ayudando a un par de personas a escapar? Sí, lo escuché, y no sabes cuanto me alegra que haya rectificado, de hecho me hace sentir orgullosa... Ojalá tu también lo hicieras -increpó la rubia de brazos cruzados.

El castaño hizo una mueca.

— ¿En serio? Dime ¿Siquiera sabes que es lo que piensa hacer el ejército una vez que lo capturen?

— Sí, lo sé, pero no va a pasar porque mi equipo ya está buscándolo, y una vez lo hagan lo ayudarán a llegar a un lugar seguro.

El soldado guardó silencio una vez mas, aquello sin duda alguna lo había dejado sorprendido.

— Vaya, veo que tú y ese tal Charles tienen todo anticipado -murmuró el castaño con cierta molestia en la voz.

La agente alzó una ceja con una expresión de burla en su rostro.

— Oh, no me digas que estás celoso Eric, no seas infantil ¿Quieres?

El mayor soltó un bufido con molestia, realmente aquella situación no le agradaba en lo absoluto.

— Escucha, debes tomar una decisión, ya Antoine tomó una, yo tomé una, tú también debes hacerlo; no temo que me delates, de que no lo harás y aunque lo hagas yo ya estoy a punto de acabar mi misión en este lugar, pero debes decidir a cual bando te unirás, todavía estás a tiempo -se acercó a el castaño y puso una mano en su hombro sano- Eric, aún puedes hacer lo correcto, vuelve a ser aquel chico amable, travieso y protector que conocí una vez.

Historia de un amor prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora