12: Fiebre

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Febrero 7, 1941.

El silencio de la noche inundaba el pequeño ático del cabaret donde Antoine, Cossette y Pierre se mantenían ocultos.

Algunos días habían transcurrido, devolviéndole un poco de calma al grupo de prófugos.

En el cabaret tenían varias ventajas, los amigos de Antoine, los cuales se llevaron una gran sorpresa al conocer al par de hermanos, resultaron ser confiables e incluso, unos buenos muchachos. Les habían permitido movilizarse por el cabaret con normalidad, siempre y cuando no se hicieran notar, lo cual les daba cierta ventaja, e inclusive, tiempo para idear la siguiente parte de su plan de escape.

El pequeño Pierre solía pasar el tiempo viendo los espectáculos desde la parte superior del escenario, con grandes y brillantes ojos disfrutaba de las voces de los cantantes del lugar y los bailes ejecutados por las bailarinas con sus maravillosas coreografías, por lo que solía aparecer en la habitación que compartía con Antoine y Cossette tan solo para comer y dormir.

Cossette por su parte trataba de ayudar en el local preparando los vestuarios y hasta las comidas que eran ofrecidas a los comensales, disfrutando al igual que su hermano de la musica y a la vez, manteniéndola distraída de los tortuosos recuerdos del ataque sufrido días atrás.

Y sucesivamente Antoine ayudaba en las labores de mantenimiento del cabaret, de esa forma, entre Cossette y él ganaban algo de dinero extra para poder seguir escapando y cubrir sus respectivos gastos personales.

Un suspiro silencioso escapó de los labios del rubio a la vez que veía a Cossette desde el umbral de la puerta, ella estaba distraída dándole algunas puntadas a uno de los vestidos que las bailarinas usarían aquella noche, por lo que no se había dado cuenta que era observada por los azules ojos del hombre, quien al estar tan ensimismado en sus pensamientos no se había percatado del tiempo que llevaba observando a la morena.

La veía con cariño, con ojos soñadores que expresaban el más puro amor que estaba naciendo dentro de su corazón, del cual aquella chica era la única e indiscutible dueña.

Por que sí, ya no podía seguirse negando aquel irremediable hecho, por que él, Antoine Dupaing se había enamorado loca y completamente de Cossette Fauré-Dumont, la chica mas bella y dulce que había conocido en su vida y a la cual no cambiaría por nada en absoluto y protegería así tuviera que dar su vida en ello.

¿Cómo pudo haber odiado alguna vez a las personas de aquella raza solo por su color de piel? Era algo absurdo y lo sabia, ahora se daba cuenta de ello, o tal vez siempre lo supo, sólo que por su juventud e inexperiencia estuvo tan confundido que no quiso ver la verdad.

¿Cómo podría odiar aquellos ojos color chocolate que tanto le encantaban? ¿cCómo podría odiar aquella hermosa sonrisa llena de blancas perlas que le alegraba las mañanas?

No, aquello ahora le resultaba completamente inconcebible.

Un estornudo escapó de los labios femeninos haciéndolo salir de sus pensamientos, con rapidez se dirigió hacia Cossette y se acuclilló a su lado, tomándola por sorpresa y provocando que pegara un pequeño salto debido al susto.

— Eh, tranquila Cossette, soy solo yo -dijo tomando su pequeño rostro entre sus manos- ¿Estás bien?

— Antoine... Lo siento, no te sentí llegar.

— Lo sé, princesa -dijo este viéndola con preocupación- tienes la temperatura alta, ¿No has descansado?

— Estoy bien, solo estoy un poco mareada, no es nada Antoine...

— No, si es algo Cossette, ven, debes descansar un rato.

De un movimiento rápido cargo a la muchacha en brazos, cual princesa, llevándola de regreso a la habitación que compartían.

— Antoine... -susurró ella sonrojada, viendo al hombre con ilusión en sus brillantes ojos y pasando sus brazos por detrás del cuello del rubio.

Por suerte para ella, Antoine no se percató del sonrojo de la chica, o al menos si lo hizo lo atribuyó a la creciente fiebre de la morena.

Ella recostó su cabeza en fornido pecho del hombre, sabia que él era mayor que ella, aunque en aquellos días esas cosas ya no tenían mayor importancia, además de que ella ya era una adulta, pero tenia miedo, miedo de amarlo, de sentir lo que sentía por él, tenia miedo de perderlo, o peor, de que cuando todo se supiera el sufriera las consecuencias.

Por que sabia que en cuanto su antiguo pelotón se enterara de que él los había ayudado a su hermano y a ella a escapar, el lío que se le vendría encima al rubio seria grande, ni que decir de lo que ocurriría si se enteraban de aquel sentimiento que estaba empezando a crecer entre ellos.

Por que ella lo sabia, podía verlo en la mirada de Antoine, él la quería, al igual que ella a él, y es por eso que anhelaba, con todas sus fuerzas, que llegara el día en el que pudieran estar juntos sin restricciones, sin miedo, sin barreras impuestas por la sociedad.

Pronto habían llegado a la habitación, Antoine la recostó sobre la cama con cuidado y luego se encaminó hacia uno de los estantes, en el cual guardaban las pocas pertenencias que poseían y de donde sacó un par de medicamentos que había comprado con anterioridad como prevención en caso de que algo así llegara a ocurrir.

Tomo un vaso de vidrio y vertió un poco de agua de una jarra que metían en una mesita de madera junto a la cama para luego dárselo junto a la medicina a la morena.

— Ten, con esto te sentirás mejor.

— Gracias Antoine...

— Princesa, es mejor que descanses el resto de la tarde, no quiero que te pongas peor... -dijo tocando su frente con suavidad.

— Pero Antoine, yo quiero ayudarte, necesitamos...

— Necesitamos que te recuperes -la interrumpió él- no te preocupes Cossette, yo me encargaré de todo, confía en mí, yo los cuidaré a Pierre y a ti, preciosa.

— ¡Oh, Antoine! -dijo ella viéndolo con ternura.

Y es que, desde que había ocurrido el ataque en el departamento que habían alquilado, Antoine se había vuelto aún más protector con ella y su hermano, muchas noches dejaba de dormir tan solo para velar el sueño de ellos dos, aunque él creía que ella no estaba enterada, muchas veces lo sentía moverse en las noches, cosa que la preocupaba y enternecía a partes iguales.

El se acostó junto a ella y se dedicó a acariciar su azabache cabello hasta que poco a poco, ambos fueron cayendo en los brazos de Morfeo.

Historia de un amor prohibido.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz