14: Plan de escape

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7 de Marzo de 1941.

Eran las siete de la noche cuando el Cadillac negro corría a través de la carretera.

Al volante se encontraba Antoine, concentrado en el camino mientras que a su lado se hallaba Cossette y en la parte de atrás Pierre, quienes dormían tranquilos en el auto.

El rubio vio con rostro preocupado a la chica a su lado, en aquellos días había estado muy enferma, por lo que tuvo que guardar cama para evitar que su salud empeorara, mientras que él se encargaba de trabajar y buscar un auto para irse de aquel lugar lo más pronto posible, y en cuanto esta estuvo mejor, tomaron sus cosas y se fueron.

Lo cierto es que no podían estar más tiempo en el cabaret, ya habían gastado mucho tiempo en aquel lugar, no era seguro que siguieran ahí; él sabia perfectamente como se manejaban las cosas en el ejército, a estas alturas ya la noticia sobre su deserción debían haber llegado hasta sus superiores, por lo que estos no tardarían en ordenar su captura.

Y cuando esto pasara estaba seguro de que no tendrían clemencia para con su chica o su hermano.

No, definitivamente no podía permitir que eso pasara.

Se orilló en la carretera y detuvo unos momentos el vehículo, sus ojos escocián, estaba agotado tanto física como mentalmente, pero no podía detenerse ahora, llevaban ya varias horas de viaje, cada vez se acercaban más al puerto de Rouan, una vez allí podrían tomar un barco con rumbo a Inglaterra.

Pero bien sabia él que con ir hasta allá no seria suficiente, si hay algo que el ejército nazi tenia era tenacidad; él sabia perfectamente que si querían su cabeza iban a buscarlo sin descanso hasta que finalmente lo atraparan.

Es por eso que tenía pensado escapar aún más lejos de lo previsto con anterioridad, una vez en Inglaterra él se encargaría de llevarse a Cossette y Pierre hasta algún lugar lejos de toda aquella guerra, tal vez un bonito lugar en el Caribe, o algún país sudamericano.

Si, eso seria perfecto.

Ya se lo imaginaba, Cossette, Pierre y él en una bonita casa, con un jardín lleno de flores, en uno de aquellos países de clima cálido y un lindo perro como mascota.

Seguramente Pierre estaría encantado con la idea de tener una mascota.

Vio a la chica junto a el con una cálida sonrisa, había leído que aquella región de la tierra era muy bonita, estaba seguro que a su chica le encantaría vivir allí. Ya podía imaginar un futuro junto a ella, con dos o tres hijos iguales a ella.

Sí, definitivamente podría vivir felizmente con aquella idea.

Era curioso, si hace cuatro meses alguien le hubiera dicho que se enamoraría perdidamente de aquella chica probablemente se había reído en su cara y lo habría tachado de loco.

Siempre había leído sobre romances de ensueño en las novelas de su madre, sobre el amor a primera vista y lo maravilloso que era sentirse enamorado; había leído sobre príncipes en armaduras que iban a rescatar a sus queridas princesas de feroces dragones en lo más alto de una torre, de sujetos que amaban a tal grado a sus doncellas que eran capaces de dar su vida por ellas, que eran capaces de verlas felices al lado de otro solo por el simple hecho de amarlas, nunca lo había entendido hasta entonces, realmente él nunca imagino que realmente llegaría a vivir aquel sentimiento.

Y ahora estaba ahí, suspirando por aquella chiquilla a su lado.

¡Ja! Menudas vueltas da la vida, pensó con gracia.

Miró el cielo por la ventanilla de la puerta de su lado, ya era de noche, y a no ser que quisiera que tuvieran un accidente a mitad de la noche debía descansar un poco; al menos lo suficiente como para que no acabaran todos muertos.








El alba despuntó y los cálidos rayos del sol despertaron a los ocupantes del Cadillac.

Poco a poco estos fueron desperezándose de uno en uno, hasta que finalmente todos estuvieron conscientes, tallándose los ojos y soltando bostezos.

- ¿Qué hora es? -preguntó una confundida Cossette.

El rubio vio el reloj en su muñeca, sorprendiéndole la hora que este marcaba.

- Son casi las once de la mañana.

- Antoine, Cossette, tengo hambre -dijo Pierre uniéndose a la conversación desde el asiento de atrás.

El rubio asintió, ciertamente él también sentía su estómago rugiendo.

- Vamos a buscar algo de comer, por acá debe haber alguna tienda de abarrotes.

Ya la poca comida que habían logrado llevar consigo había escaseado, por lo que debían hallar algún lugar en donde pudieran comprar algo de comer con prontitud.

Siguieron andando hasta que a lo lejos el rubio pudo divisar una pequeña cabaña de madera, muy desgastada, seguramente abandonada desde antes de todo aquel revuelo causado por la guerra.

Al llegar al frente de la cabaña vieron como cerca de esta se hallaba un pequeño granero, también de aspecto viejo y desgastado.

Antoine estacionó el auto y bajo de el, ayudando a la morena a bajar y luego yendo a por el hermano menor de esta.

Con pasos lentos se dirigió hasta el pórtico y dio tres golpes a la puerta de madera, esperó unos segundos en los que el silencio fue la única respuesta que recibió, para tocar una vez mas y recibir el mismo resultado.

Le dirigió una mirada a sus acompañantes, a lo que estos con un leve asentimiento se colocaron detrás de él, para en seguida ver como el rubio le daba vuelta a la perilla, provocando que la desgastada puerta acabara cediendo casi al instante.

Y casi al unísono, una expresión de asombro se asomó en sus rostros.

Historia de un amor prohibido.Where stories live. Discover now