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La humanidad está dividida por tres enormes muros que los protegen de los titanes. La muralla María, la muralla Rose y la muralla Sina. Ésta última es de las más importantes, es donde vive el rey y toda la gente importante de la humanidad.

Luego existe la ciudad subterránea.

Situada debajo de la ciudad de Sina, una ciudad sin reglas ni respeto. Donde la gente hace todo por sobrevivir un día más de vida. Parecía que todo el tiempo era de noche en aquella ciudad, las calles siempre oscuras pero atiborradas de gente de todo tipo. Y aunque no se supiera la diferencia del día y la noche, la gente sabía que hasta cierto momento era apropiado estar en las calles de la ciudad subterránea. Llegaba un momento del día donde aparecían las peores personas que podrían estar presentes, gente que no le importaba robar o matar.

Pero así como existe ese tipo de gente, existe el contrario.

Esa tarde Akira caminaba por la ciudad. Varias personas la saludaban, era famosa por ayudar gente ahí abajo aunque ella tampoco tuviera mucho que dar. Regresaba de haber curado la fiebre de un niño, los padres no tenían dinero para pagarle pero a cambio le dieron un pan completo.

Y eso era mucho.

—¡Por aquí! Ese cabrón no pudo haber ido muy lejos.

Akira tuvo que hacerse a un lado antes de que el hombre la golpeara para quitarla de su camino. Eran cinco en total y se fueron corriendo derecho hasta pararse en la esquina. Akira retrocedió un par de pasos dentro de un callejón para verlos desde ahí, no quería problemas con ninguno de esos tipos.

—Mierda. —escuchó a alguien murmurar detrás de ella. Su vello se erizó por completo, y con valentía giró a ver el oscuro callejón.

No se ve ni una mierda pero escuché a alguien.

Ya más calmada, decidió entrar al callejón y buscar a la persona que murmuró. Realmente no veía nada, todo estaba muy oscuro. Justo cuando iba a dar vuelta para regresar a la calle, alguien la sujetó desde la espalda y cubrió su boca.

—Tranquila, no te haré daño. —susurra esa voz en su nuca. —Estoy herido... necesito salir de aquí.

Sí que estaba asustada pero pudo contener sus ganas de gritar una vez que el chico quitó la mano de su boca. Ella giró, apenas podía verlo...

—¿Qué sucedió? —pregunta en un susurro cuando lo escuchó quejarse.

—Me dispararon en la pierna. —explica rápidamente. —Solo necesito que me digas si esos tipos ya se fueron.

Lo están buscando a él. Bueno, los otros no tienen pinta de ser buenos hombres.

—Quédate aquí. Y presiona la herida. —dice ella levantándose. Caminó fuera del callejón y dio un vistazo alrededor. Los hombres ya no estaban y al parecer muchas personas ya se habían ido a sus casas, la calle estaba vacía.

Regresó rápidamente y palmeó su cuerpo hasta tocar su brazo.

—Se fueron todos, ven. Te ayudaré.

—No es necesario.

—Cállate y levántate. —ordena ella.

A paso lento, ella lo ayudó a salir del callejón. Ambos miraban alrededor por si alguno de esos hombres aparecía. Gracias a Dios, la casa de ella estaba cerca y llegaron pronto. Se detuvieron frente a una puerta de madera, ella giró la manilla y lo ayudó a entrar.

—No es la mejor casa del mundo, pero es mi hogar. —dice ella ayudándolo a sentarse sobre el colchón donde ella duerme. —Te ayudaré con la herida.

Entregar el corazón. |Levi Ackerman x OC| |Premios Wattys 2019|Where stories live. Discover now