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—¿Por qué no quieres venir al muro Rose conmigo? —Ángel hace un puchero que me hace sonreír. 

—No ha pasado el tiempo suficiente y alguien podría reconocerme y mandarme a fusilar. —murmuro por lo bajo. 

Ángel decidió traerme a un taller suyo del muro Trost con el que hay conexión directa desde Rose. Aunque no es tan grande como el original, éste taller tiene lo necesario para servir a la perfección. 

Ya me sentía mejor que el día de ayer, Ángel insistió en comprarme ropa nueva por lo que un vestido era mucho mejor que toda la ropa empapada de la legión.

Ángel da un bufido. —No quiero dejarte aquí. ¿Debo quedarme? 

—No. —niego al instante. —Te irás a controlar tu trabajo y yo buscaré algo que hacer aquí. 

—¿Cómo qué? 

—No sé. —le quito importancia. —Tal vez sea difícil encontrar trabajo, pero no imposible. 

—¿Y si trabajas para mí? —sonríe a medias, creándose esos hoyuelos en sus mejillas. —¿No te gustaría? 

—No sé… —murmuro insegura. 

—Oh vamos, sabes cómo es éste trabajo. Podrías quedarte a cargo de éste taller, darle trabajo a más personas… capacitarlas… 

—¿Hablas enserio? 

—Totalmente. —asiente. —Yo te brindaría el material que necesites cada cierto tiempo. Sé que ahora no habrán muchas ganancias por lo sucedido, pero podemos ayudar… ¿Te gustaría?

—Sí. —asiento motivada. —Podríamos ayudar a construir casas para los necesitados. 

—Esa es mi chica. —toca mi nariz con su índice. —Entonces decidido, te quedarás a cargo. Yo me iré, pero prometo volver a verte pronto. 

—Sí, gracias Ángel. Por la oportunidad… 

—No agradezcas. Por ti, lo que sea. 




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A comparación de días anteriores, el día de hoy el cuartel de la Legión parecía estar más tranquilo, mas no felices. No hace mucho las grandes fuerzas mandaron a mucha población fuera de los muros, la mayoría de ellos ancianos… todos para recuperar sus tierras. 

Aunque fuera difícil de admitir, eso dio oportunidad para mantener a los pocos que quedaron en una buena organización. 

Me quito el sudor de mis manos en la falda de mi vestido y con la bolsa, entro al mismo cuartel de la Legión en silencio. Camino por los pasillos buscando ubicarme en el lugar o con algún soladado. Termino por encontrar a un jovencito con el uniforme, lo detengo. 

—Disculpa. ¿Sabes dónde queda la armería? —le pido de favor. El chico me mira curioso. 

—Sí, puedo llevarla si quiere. 

—Me harías un gran favor. 

El muchacho camina frente a mí, guiándome por el laberinto creado en ese lugar. No podía evitar admitir que tenía un poco de nervios, pues por aquí estaba éste hombre al que no quería encontrarme. 

El muchacho abre una puerta de madera y me deja pasar, al instante reconozco a Abel. Sonrío. 

—¡Abel, hola! —me acerco rápidamente. 

El hombre rubio se encontraba recargado en una mesa, observando con detenimiento unos papeles. Había más soldados, pero solo a él buscaba. Abel miró en mi dirección y se sorprendió. 

Entregar el corazón. |Levi Ackerman x OC| |Premios Wattys 2019|Where stories live. Discover now