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ALEXANDER


El carrito del mercado estaba a punto de rebalsar. Eso pasaba cuando hacía años que uno no ocupaba su casa y solo contrataba limpieza. No sabía qué pensaba encontrar cuando abrió la heladera, pero no se esperaba que estuviera completamente vacía.

Así que ahora estaba comprando todo lo que solía comprar en Nueva Inglaterra. Suspiró. Extrañaba su casa en Foxborough. Por suerte aún no la había vendido, quizás nunca lo hiciera. Había mucha historia en ese lugar.

Ya se había ocupado de exterminar todo rastro de su ex, así que podía volver de vez en cuando sin sentirse fastidiado. Qué manera de haberla cagado. ¿Eran los cuernos necesarios? Si estás caliente con otra persona entonces termina con tu pareja antes de engañarlo. Él lo hizo bastantes veces.

Jamás había sido infiel. Tuvo muchas novias, sí, pero siempre terminó la relación antes de estar con alguien más. Era lo inteligente, lo racional, lo humano, lo que sus padres le habían enseñado. Su madre era estricta con el respeto y su padre siempre que quería regañarlo le decía que se imaginara que la chica era una de sus hermanas.

No le fue difícil aprender cómo respetar a una mujer.

Aunque ahora le era difícil tenerle respeto a Lily Maslow. ¿Con qué necesidad iba, le metía los cuernos y luego dejaba que el temita se hiciera público? No volvería a salir con actrices, ni modelos, ni ninguna mujer contaminada por la industria mediática.

No quería más cámaras y gente persiguiéndolo para preguntarle cómo estaba tomando la infidelidad de Lily. Pues bastante bien, gracias. Él mismo había estado pensando en terminar las cosas con ella al volver de ese viaje. O esa era la idea antes de encontrársela debajo de otro hombre.

Le molestaba más la falta de respeto que el acto en sí.

Un sonido lo sacó de sus pensamientos. Parpadeó y giró hacia su derecha. Había una niña rubia caminando en su dirección. Giró completamente, pues estaba llorando desconsolada.

No había nadie más en estas góndolas, así que no dudó en acercarse y agacharse para estar a su altura. La niña se sobó los mocos y lo miró con sus ojos verdes, los cuales estaban enrojecidos por el llanto.

—Ey... ¿Estás bien? —preguntó él suavemente—. ¿Estás sola?

Ella hizo un puchero.

—No encuento a mi mami —susurró.

Él le acarició los hombros, pues comenzó a llorar con más fuerza. Miró hacia por todos lados, se acercó a los pasillos laterales de las góndolas, pero no había ninguna mamá buscando a su hija.

Volvió con la niña y se agachó. Ella seguía llorando.

—¿Cómo te llamas?

—Em-Emily. Estaba con mi mami y fui a ver los juguetes y cuando volví adonde están los vinos ya no etaba. La busqué en la pate de la comida chatarra porque siempre tardamos ahí, pero tampoco etaba y pensé que estaría aquí con las p-pastas, pero n-no está aquí —lloró la niña.

Él no sabía qué hacer, así que intentó hablarle bajito y acariciarle el cabello. Este Walmart era muy grande, entendía cómo una niña podía perder a su madre aquí. No iba a dejarla sola.

—¿Quieres que te ayude a buscarla?

La niña asintió con los labios salidos.

Lazos irrompibles (Lazos II)Where stories live. Discover now