09

24.4K 1.5K 155
                                    

Alexander

Almorzó con Katherine y los niños al otro día, pero no sucedió nada inesperado. Se la pasaron cuidando a Emily, Harry y Hunter, y en los cortos momentos en los que habían quedado solos, apenas si habían intercambiado algunas palabras. Sinceramente, Alex se conformaba con siquiera poder estar en la misma habitación sin ignorarse o fulminarse con la mirada.

Sin embargo, como la paciencia no era algo que lo representara, decidió invitarla a cenar a su casa el miércoles siguiente.

—¿A cenar? —repitió ella luego de que se lo preguntara, sonando algo incrédula a través del teléfono.

Le hizo sentir que le había pedido algo indecente.

—Sí —respondió.

—¿En tu casa?

—Sí, Katherine, en mi casa.

Ella no dijo nada durante unos segundos y se escuchó la campana de la puerta de la tienda en la que trabajaba. La escuchó suspirar.

—Debo colgar, pero supongo que puedo ir cuando salga de aquí.

Alex sonrió, aunque se encontraba solo en medio de un estadio de fútbol americano, mientras el césped era podado para que pudieran pintar las líneas blancas sobre el campo de juego. Lo había dicho de mala gana, pero accedió. Bien.

—Te esperaremos con la comida hecha —comentó.

Escuchó que una clienta la saludaba y le decía que vería un poco en el silencio que le respondió. ¿Acaso había sido demasiado? Odiaba los puntos muertos, y el punto muerto entre él y Katherine en este momento le molestaba de sobremanera.

—Bueno... —dijo en voz baja, sonando insegura al estirar la palabra.

Y cortó. Eso salió mejor de lo que había esperado.

Alexander guardó el celular en el bolsillo trasero de sus jeans y se encaminó hacia el gran pasillo que llevaba a la parte de adentro del estadio. Luego siguió por la izquierda, en lugar de meterse en los vestuarios, y continuó derecho hacia otro largo pasillo que llevaba a la recepción del establecimiento.

Jessie estaba leyendo la carpeta de propuestas de trabajo con el ceño fruncido, sentada detrás del mostrador.

—¿Y? ¿Qué piensas? —preguntó Alex.

Ella negó con la cabeza.

—No soy buena en esto, ¿sabes? Nunca tuve que decidir este tipo de cosas. Creo que deberías contratar a alguien que tenga más experiencia administrativa.

Él se acercó y apoyó el codo sobre el mostrador, sonriendo con humor.

—¿No querías tener tu propio gimnasio? Tendrías que poder elegir un par de empleados, no es nada muy difícil.

Jessie negó con la cabeza. El pelo de su coleta le acarició los hombros.

—No, definitivamente contrataría a alguien que me ayude, porque todos estos currículums y propuestas son demasiado técnicas, no entiendo la mitad de lo que dicen.

Alex rio en voz baja y le quitó la carpeta de las manos. Ella hizo un mohín, seguro sintiéndose inútil.

—Contrataré a alguien. ¿Qué te parecieron las canchas de voleibol?

Los ojos castaños de Jessie brillaron.

—Hermosas. La luz, el piso, los balones, las redes. Todo es perfecto. Los vestuarios, los baños y las duchas están tan limpias que relucen.

Lazos irrompibles (Lazos II)Where stories live. Discover now