Capitulo 4: Nuevo Comienzo.

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Aline

Ese comportamiento en mi hermano era bastante inusual. Apenas llevábamos dos días aquí y ya habíamos tenido nuestra primera discusión. Parecía odiar al apuesto Paul, ¿por qué? No tenía ni la más remota idea, o tal vez sí... Él jamás había actuado así con nadie. Desde siempre, he sido como su mano derecha, y nunca lo había visto tratar de esa forma a alguien, a menos que esa persona provocara un gran sentimiento de inconformidad en él. Tal vez podía entender por qué.

—¿Tú sí vas a subir? —Preguntó Paul. Me limité a asentir y abrir la puerta del auto.

—Oye, lo siento mucho. No sé qué le pasa a mi hermano, él no suele ser así. —Le dije realmente apenada por lo que acababa de suceder.

—No te preocupes, no tienes que disculparte. A veces es difícil para las personas adaptarse, sabes a qué me refiero.

—Tal vez tengas razón... Pero es que él nunca actúa así con nadie. —Me miré las uñas —Además su... ya sabes, ha sido anulada literalmente desde el primer día de su nacimiento, no debería de haber notado nada en ti.

—Tal vez ya sea hora de que le cuentes la verdad, no lo sé, pero creo que es importante que lo sepa. Él tiene todo el derecho, y mientras más tiempo pase, podría enojarse aún más. Podría toparse con la gente equivocada, y tú sabes que lo hará.

—Me encantaría, pero no es decisión mía. Mis padres no quieren que comente nada al respecto, pero haré lo que pueda para ver si lo agarra.

—Cuéntame cómo va eso.

El resto del camino transcurrió en silencio, solo hablamos lo necesario. No era un silencio incómodo, sino más bien reconfortante, que nos daba la oportunidad de pensar en lo que viviríamos ese día en nuestra nueva escuela. Nuevos lugares por explorar, nuevas personas por conocer, entre otras cosas que me ponían la piel de gallina por un breve momento.

—Listo, aquí estamos. —Anunció Paul y miré por la ventana.

Pude ver a chicos caminando por las aceras, algunos llegando en sus autos.

—Es muy bonito aquí.

Había una estructura con un gran portón rojo. A lo lejos, pude ver a mi hermano. No parecía que las personas fueran diferentes aquí, así que este lugar sería perfecto para Adam. Por el momento, no se enteraría de nada. Aunque esto solo era un vistazo rápido.

—Tal vez, cuando te acostumbras, ya no te importa. —Paul sugirió.

—Gracias por traerme. Ahora iré a ver a mi hermano. —Le di un beso en la mejilla como despedida y salí del auto.

Bajé los pies al suelo mientras salía lentamente del coche con mi bolso negro que hacía juego con mi vestimenta. Cerré la puerta del coche y miré a mi alrededor. Pude sentir las miradas de chicos y chicas que me observaban de arriba abajo. Sabía lo que esas miradas insinuaban.

—Adam. —Lo llamé cuando finalmente llegué a su lado.

—Oye, quería decirte que lo siento. No sé qué me pasó.

—No te preocupes, pero creo que no soy yo quien debe recibir las disculpas.

—Se lo diré cuando tenga la oportunidad. —Me sonrió.

Ambos suspiramos y entramos lentamente por el portón. Pudimos ver a muchas personas caminando, algunas entrando por las puertas, pero la mayoría estaban reunidas en grupos pequeños, concentradas en sus conversaciones.

—¿Estás listo? —Le pregunté a Adam.

Nos miramos por última vez y luego ambos miramos al frente. Comenzamos a caminar por el pasillo, los tacones de mis botas resonaban en el liso suelo. Las miradas se posaban sobre nosotros. Mi rostro se transformó en una hermosa sonrisa coqueta de labios rojos, y el de mi hermano también. Los susurros empezaron a surgir, pero decidimos restarles importancia.

El anillo de los Sugalite relucía en mi mano, y el collar de Adam rebotaba sobre su marcado pecho y brillaba cada vez que un fragmento de luz lo atravesaba.

Llegamos al final del pasillo. Había una puerta de madera con una pequeña ventana de cristal y una placa en la que ponía "director".

—Creo que aquí es donde deberíamos pedir instrucciones —dijo Adam.

—Me parece una buena idea.

Adam tocó la puerta y luego giró el pomo para abrirla. La oficina era muy sencilla, con libros detrás de un gran escritorio de madera, una biblioteca, y una pintura en una pared donde no había nada.

—¿Sí? —Preguntó un señor detrás del escritorio, con una ceja alzada mientras nos inspeccionaba de pies a cabeza.

—Somos los Sugalite. —Dije yo con una sonrisa amable.

—Ah, sí, los Sugalite.

Nos entregó a cada uno un papel con todas las clases y una llave para nuestros casilleros. El mío era el número trece y el de mi hermano era el número catorce.

—Gracias, señor director. —Dijo mi hermano, manteniéndose lo más simpático posible.

—Si necesitan algo, las puertas de mi oficina siempre están abiertas. —Sonrió —Que tengan un excelente nuevo día.

Dicho esto, salimos de la oficina y cerramos la puerta. Las miradas seguían volviendo hacia nosotros.

—Bien, Aline, que comience nuestra nueva vida. Intentemos actuar lo más natural posible.

Ambos sonreímos y nos dispusimos a caminar nuevamente por el pasillo hasta llegar a nuestros casilleros, que por supuesto todavía estaban vacíos y pronto se llenarían de nuestros libros y cuadernos.

Un Amor En Común 1 [COMPLETA]✅Where stories live. Discover now