Capítulo 25: ¿Quien soy?

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Adam

Detrás de la puerta se veía una cámara con paredes metálicas y una lámpara blanca colgando del techo, sobre una mesa plateada descansaba una piedra completamente negra con pequeños agujeros.

—Esa debe ser la piedra de la que hablaba la inscripción. —Digo acercándome.

Siento una mano tomándome del brazo para impedirme avanzar.

—Ya has hecho demasiado, Sugalite. Es nuestro turno. —Habló la voz de Juan detrás de mí.

—¿Disculpa? —Dije al soltarme de su agarre. —Yo abrí la puerta, así que seré yo quien la lleve.

—No tienes ni idea de lo que pueda pasar. —Replicó él.

—¿Y tú sí? —Mi mirada penetraba en sus ojos.

—Adam. —Era la voz de Danik. —Él puede hacerlo también. Sabe mucho de estas cosas. —Dijo sonriéndole a Juan.

Exhalé lentamente y retrocedí para que Juan pudiera entrar sin problemas. Si no hubiera sido por Danik, habría seguido discutiendo con Juan. No sabía qué tenía en mi contra; siempre se reía de mis errores y estaba constantemente llevándome la contraria. No me daba miedo enfrentarme a él, ya lo había vencido una vez y podía volver a hacerlo.

—Voy a esperar afuera. —Anuncié y salí por la puerta vieja; la madera crujió cuando pasé a su lado.

Sólo los de apellido de piedra morada podrán pasar a la cámara donde se encuentra la piedra negra, aquella que roba la magia de los que esperan afuera. Estas palabras escritas en la puerta rondaban por mi cabeza sin cesar.

Familia de piedra morada. Sugalite... Mi piedra es morada. ¿Sería mi familia la protectora de la piedra? ¿Por qué? ¿Qué tenía que ver esa piedra con mi familia como para que tuvieran que esconderla? Al parecer, mi familia me ocultaba más cosas de lo que me imaginaba. Era hora de mandar una nueva carta a Aline. Miré hacia la casa y de repente, una luz estalló en mis ojos. Perdí la sensación y la noción de todo lo que me rodeaba. En un fondo completamente negro, podía ver la cabaña donde estábamos brillar y temblar intensamente. Era incapaz de moverme cuando, de repente, la cabaña se derrumbó dejando polvo y un charco gigante de sangre bajo los escombros.

—¡No!

Grité, y de repente, el fondo negro se hizo blanco y transparente. Estaba agitado, y frente a mí tenía la cabaña, completamente entera y sin ningún problema aparente. ¿Qué había sucedido? Para responder a mi pregunta, no hubo tiempo; la cabaña comenzó a brillar de la misma manera que lo había hecho momentos atrás. Rápidamente entré, con la luz molestando mis ojos, y pude ver a Danik y Juan confundidos. Los agarré fuertemente del brazo y escuché sus sonidos de protesta mientras los arrastraba fuera de la cabaña. Casi caí al suelo cuando los tiré sobre el césped afuera de la estructura.

—¿¡Qué demonios te pasa!? —Gritó Juan notablemente molesto.

Giré la cabeza para contemplar la cabaña que se derrumbó tal como la había visto. Puse una mano sobre mis ojos para protegerlos del polvo; el viento que el derrumbe había provocado azotaba mi cara y olía a óxido. El silencio se hizo presente durante un largo momento, todos fuimos incapaces de articular una sola palabra.

—Deberíamos irnos. —Dije mientras sacudía mi ropa para eliminar el polvo.

Danik y Juan me imitaron y asintieron.

—¿Tienes la piedra? —Le pregunté a Juan mientras caminábamos de vuelta al palacio.

—Sí, la casa empezó a brillar cuando la tomamos. Al parecer, también tenías que agarrarla tú...

—¿Cómo sabías que eso pasaría? —Preguntó Danik cambiando de tema.

—¿Quién te dijo que lo sabía? —Respondí.

—O sea que sí lo sabías. —Afirmó Danik.

—Buena esa. —Lo felicitó Juan y le sonrió de una forma que no me gustó.

—Solamente... lo supe y ya. —Contesté. La estructura del palacio se alzaba frente a nosotros.

—Sabes que no voy a dejar de insistir hasta que me lo digas, sé que hay algo más. —Danik empujó la gigante puerta de madera y nosotros pasamos.

—Solo lo vi y ya. —Juan y Danik me miraron con caras serias. —Todo se volvió negro y vi la cabaña brillar y derrumbarse. —Me encogí de hombros. —Luego todo estaba otra vez igual, así que por instinto decidí sacarlos de ahí. No sabía que iba a pasar exactamente lo que vi.

Danik y Juan se quedaron mirando, y sus caras no decían nada bueno.

—O sea que tú viste... —Empezó a hablar Danik, pero Juan la interrumpió.

—No sabemos eso aún, Danik.

—¿Encuentras otra explicación lógica?

—No se olviden que es de mí de quien están hablando. Tengo derecho a saber de qué hablan de mí. —Interrumpí su pequeña charla. Estaba harto de que todos me ocultaran las cosas.

Juan me miró con ojos furiosos.

—¿Siempre eres así de fastidioso? —Preguntó Juan con voz fastidiada.

—¿Siempre eres así de imbécil? —Le respondí.

—Es suficiente, chicos. —Danik me miró. —No podemos hablar de esto ahora, perdón. —Tomó la mano de Juan, y se fueron hacia arriba.

—¿Me estás jodiendo? —Le pregunté notablemente celoso y enojado, por ambas cosas: que no me lo dijeran y que se fuera de esa manera con Juan.

Pude notar la sonrisa de Juan, aún sin verla. Cada momento que pasaba me llenaba de dudas. No sabía lo que acababa de pasar ni lo que hice. No tenía ni idea de por qué supe que eso pasaría. Tal vez fue mi instinto, pero algo dentro de mí me decía que había algo más que eso. Necesitaba averiguar qué pasaba. Danik y Juan sabían algo, estaba seguro, pero no querían compartir esa información conmigo, y tendría que conseguir esa información por mi cuenta. Tal vez si les hacía creer que no había problema en esperar a que estuvieran seguros de lo que sea que estuvieran pensando, podrían darme algo de información antes. Escuché los pasos de alguien acercándose; era Danik.

—Adam, siento no poder decírtelo, pero tienes que entender que no podemos decir nada hasta que estemos seguros. —Su mirada era nerviosa.

—Todos a mi alrededor saben cosas de mí, todos saben lo que pasa conmigo, menos yo. —La miré. —No me siento bien con esto, saber que todo el mundo sabe cosas de mí mismo que no quieren compartir. Tengo derecho a saber.

—Lo sé, pero esto no es un juego...

—Ni yo tampoco, Danik. —Miré hacia la puerta. —Pero sea lo que sea que estén pensando puede servir, así que voy a esperar.

Danik sonrió y se acercó a mí.

—Gracias por entender. —Me besó en la mejilla, y me sonrojé. Ella rió por lo bajo.

Me miró, y los ojos de ella brillaron; tuve que entrecerrar los ojos para que el brillo no me molestara.

—Papá ya viene. —Anunció.

—¿Cómo lo sabes? —Pregunté algo asombrado. Ella sonrió.

—Soy una bruja clarividente. —Sus ojos destellaron. —Visión futura.

Un Amor En Común 1 [COMPLETA]✅Where stories live. Discover now