CAPÍTULO VIII

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Los días pasan con cierta lentitud cada uno de ellos, algunos son opacos tal parece ser que el mundo tuviese cierta melancolía, como si tuvieran una gran carga a sus espaldas, algunos otros eran radiantes creería que el destino quisiera que todos sonriéramos y otros simplemente eran desastrosos, lluvias por doquier y ni un rayo del sol se asomaba durante los días de lluvia.

Con la súper ayuda de Clare compramos un lindo carro negro, no me preocupé por el precio la verdad a veces pienso que el dinero no se acaba, en realidad yo intento no malgastar, intento ser lo más controlada posible como mis padres me enseñaron en su momento, pero un gusto al año no hace daño. A parte de mi nuevo auto y hacer todo el papeleo tedioso que viene con eso quise comprar unos lindos vestidos que Clare había estado observando embelesada en el centro comercial en el que habíamos ido a cine, así que quise tener ese detalle pequeño con ella.

Tuve que chantajearla para que permitiera que le comprara un par de vestidos y por supuesto un toque extra de mi parte le regalé una hermosa cadena de plata esterlina con un colgante redondo, en una parte está su nombre y por el respaldo se encuentra el símbolo de "Las reliquias de la muerte" de Harry Potter su mundo mágico siempre la ha apasionado, cuando tuvo en sus manos la linda cadena casi me deja sorda con el grito que pegó, estaba tan feliz. Sin duda alguna esa fue la mejor inversión que he hecho en mucho tiempo, ver su sonrisa y sus ojos chispeantes no tienen precio.

Luciano regresó de su viaje y me trajo una mochila tejida a mano de color negro. El día que llegó fui a recogerlo al aeropuerto, le di una linda sorpresa con mi auto, al principio no quería subir, decía que le daba miedo que yo fuera a a conducir, tuve que subirlo con dificultad, conduje hasta su casa para dejar las maletas y lo invité a cenar, pues eran las ocho de la noche y hacía frío, después de todo habían sido muchos días sin verlo.

— Esta pasta está riquísima Adaline, gracias por tener tantas consideraciones conmigo, necesitaba de un día así. — Su sonrisa es amplia, radiante y transparente.

Me encanta hablar con Luciano, sus malos chistes, su personalidad tan relajada, su belleza, su compañía. El restaurante en que estamos es acogedor, bien iluminado, con sus mesas en madera, sus manteles y cubiertos perfectamente limpios, estamos al lado de la chimenea, es muy cálido el restaurante. Tiene un aire familiar, cuando era pequeña mis padres me llevaban a cenar a lugares así, pues ellos no eran de los típicos que iba a esos restaurantes caros, en donde sirven una cuarta parte del plato nada más, querían que yo supiera el valor de las cosas, querían que yo tuviera los pies sobre la tierra.

— Me hiciste falta, ¿solucionaste tus problemas? — Sus expresiones me indican que he tocado un tema un poco sensible.

— Fui a terminar un proceso de divorcio. — ¿Por qué siempre meto la pata con mis preguntas indiscretas?

— Lo... Lo siento, no debí preguntar. — A veces suelo ser un poco imprudente, solo un poco, no mentiras soy muy imprudente.

Su sonrisa de tristeza me hace sentir peor. — Tranquila, estuve casado durante diez años, Rachel es una buena mujer pero las cosas se salieron de control. — Aletea las manos como buscando la respuesta. — Nos sumergimos en la rutina y al final juntos nos cansamos, buscamos en otro lado lo que ya no encontrábamos en nuestro hogar. — Sus enormes ojos verdes reflejaban tristeza y cansancio.

— En un principio los matrimonios son color de rosa, el sexo el delicioso, parecemos conejos. No tenemos pena en demostrar cariño, en ese momento creemos que el "hasta que la muerte nos separe" es poco juramento para el amor que se pueda estar sintiendo. — Una sonrisa sarcástica sale de mí sin quererlo. — El matrimonio suele ser un contrato aunque al comienzo no lo vemos así, la rutina es la peor enemiga del matrimonio. — Limpio un poco de pasta que tengo en mis labios. — ¿Tuviste hijos?

ESTA VIDA Y LA OTRA.Where stories live. Discover now