CAPÍTULO XIV

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La noche está fría, sumida en una oscuridad perfecta para observar por la ventana la luna impecable, redonda y brillante muy brillante. Un profundo silencio se cala en toda la habitación es tan así que alcanzo a escuchar mis lamentables latidos, estoy agitada pues cuando las pesadillas quieren hacer presencia en mí es inevitable que mis nervios no se disparen y afecten mi corazón lastimado.

Que noche tan melancólica, ¿algún día esas pesadillas se esfumaran por completo? Creo que la respuesta es más que evidente, siempre estarán latentes a mí, son cosas del pasado y en ocasiones cuando se aburren salen al presente para recordarme que aunque hayan días en que no los recuerde ahí están más que presentes, incrustados en mi memoria. Hay un pasado que nunca se olvida, solamente se guarda en lo más profundo del ser.

Sentada en la ventana contemplo como siempre la noche, sin esperanzas y con tristeza, no hay nada peor que vivir con un ¿qué hubiera pasado si...? Al final cada quién paga las consecuencias de sus actos, no hay nada que entre el cielo y la tierra no se pague, el karma es el mejor amigo de quien actúa bien y el peor enemigo de quien hace daño.

— ¿Problemas para dormir? — Dice Alex desde la cama.

Sigo viendo por la ventana la luna. — Tenía ocho meses, era una tarde calurosa, ya casi no podía caminar mucho así que a los chicos que les enseñaba iban a la casa una hermosa niña se estaba formando en mi vientre. — Me abrazo a mis rodillas. — Me gustaba cantarle, acariciaba mi vientre para poder hacerla mover esa tarde llegó una ex novia de él, me golpeó, me mojó, quedé inconsciente por no sé cuánto tiempo, me arrastró de un lado al otro. — Una lágrima comenzó a caer desde mi ojo izquierdo. — Al final me enterró un cuchillo. — Tengo la voz quebrada, limpio las lágrimas. — Según los médicos la bebé no pudo resistir los golpes que ella me dio y al entrar el cuchillo en repetidas ocasiones no le dio oportunidad alguna murió antes de que pudieran hacer algo por ella.

Revivir ese momento es más que desgarrador, saber cómo murió y no pude hacer nada en su momento para ayudarla, no fui lo suficientemente fuerte para ella para las dos. Más que un dolor físico hay uno emocional y aunque uno se recupere físicamente, el dolor emocional siempre estará presente, siempre.

— No fue tu culpa. — Se acerca al otro extremo de la ventana.

— Duré dos semanas en el hospital, la cicatriz que sentiste fue de la cesárea, tengo algunas estrías que me salieron son las huellas de su paso corto por el amor y la vida misma. — Llevo mi mano al tatuaje. — Aquí está la otra cicatriz la del cuchillo. — Lo veo a los ojos, los míos están cristalizados. — Si estuviera viva tendría cinco añitos después de salir del hospital tuve asistencia psicológica pero al final ni él ni yo soportamos todo eso y él se fue.

— Eres una persona fuerte, tu bebita está en el cielo cuidando de ti, ella no quisiera verte así como estas ahora, tienes que tener fortaleza como lo has hecho hasta ahora. — Se acerca a mí y estampa un beso en mí frente. — Ella estaría orgullosa de ti. — Acaricia mi rostro.

— Fue algo muy duro para mí, es algo que uno nunca supera sólo aprende a vivir con ello. — Seca mis lágrimas. — Era joven pero iba a ser mamá y eso era lo que me importaba mis papas no sabían nada se supone que cuando naciera iba a decirles eso y otras cosas. — Me acuna en su pecho, besando mi cabeza. — Sola, estuve sola.

Hace que me ponga de pie y con delicadeza me lleva hasta la cama, no me suelta de las manos, yo lo agarro con fuerza de ellas y no dejo de verlo a los ojos. Esos hermosos ojos miel por los que me derrito, por esos ojos que me dan tranquilidad, en ellos encuentro lo que en los míos hace falta paz.

Podrán pasar los años y yo nunca superaré lo que pasó, sólo viviré con aquello a un ladito de mí, no hay nada peor que la pérdida de un hijo, queda un vacío que con nada se llena, ni todo el dinero que tengo lo podría llenar jamás.

ESTA VIDA Y LA OTRA.Where stories live. Discover now