CAPITULO X

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Estoy en la mecedora que tenemos, mi hermosa barriguita de ocho meses está grande, hay días en que no puedo dormir pues en las noches siento calor, según la doctora la niña está bien, ayer escuché nuevamente su corazón ese latido es la melodía más exquisita, armoniosa, y perfecta en todo el sentido de la palabra. Mi pequeña ángel se está moviendo, me gusta cantarle, así se mueve con más frecuencia, su papá en las noches le gusta que me acueste y él también lo hace pues es feliz acariciándome la barriga.

Tengo una limonada en las manos pero escucho que golpean en la puerta, ahora camino más despacio, el peso de ella se siente. Hay una mujer alta, peli negra y crespa, está muy enojada, recibo un golpe de su parte justo en la nariz, me coge del cabello y me entra a la sala, la reconozco por una foto que Jane me ha mostrado, me da otro golpe y veo todo negro en instantes.

Oigo un ruido, me siento mojada, tengo frio, no sé cuánto tiempo he estado inconsciente. Está histérica y mucho a decir verdad. — Por favor no me pegues, yo no tengo la culpa. — Siento una patada en el vientre.

— Maldita perra, mereces morir. — No siento fuerzas, el golpe me ha dejado adolorida y estoy medio tonta. — Por tu culpa él ya no me quiere. — Está temblando. — Si no existes el volverá a mí. — Se queda mirando a la nada. — Te tengo que matar.

Intento ponerme de pie pero ella me coge del cabello y me arrastra hasta la cocina. — Por favor no me hagas daño. — Tengo miedo, mucho miedo. — Yo no tengo la culpa de que Jane no te quiera. — Cubro con mis manos mi vientre.

Comienza a tirar de su cabello. — No, no, no, él me ama, si — Su aspecto es de una completa loca. — Me lo quitaste y ahora morirás.

— Hija. — Por favor.

Estoy tirada en el suelo, tengo mucha sangre, estoy muy golpeada, tengo mis manos en mi vientre abultado. ¿Cómo escapó del manicomio? Por todos los astros del universo que nada malo le pase a mi hija, si es necesario ofrezco mi vida pero que mi pequeña viva, ella es inocente de todo, por favor que mi hija viva.

— Vas a morir. — Intento arrastrarme hasta la sala pero no lo logro, ella está con un cuchillo y riéndose como lo que es.

— ¡Noooo! — Siento algo frio en el vientre, ella se ríe de mí, se pasa la mano por la frente y se empapa de sangre. Me llevo las manos a mi herida, bajo la vista y veo el cuchillo incrustado en mi vientre, la sangre sale como cuando abres una llave. Perdóname la vida Caroline.

— Adaline. — Me despierto asustada, temblando y llorando, por un momento no reconozco dónde estoy, hasta que veo a Alex en la camilla. — ¿Qué te pasa? ¿Quién es Caroline? — Me siento en el sillón y me pierdo en esos ojos miel que me observan con preocupación.

— Estoy bien no te preocupes. — Voy hasta el baño y me lavo la cara con suficiente agua, para despertar del todo. — Es un ángel.

— ¿Estás mejor? — Le sonrío para que se calme.

— Sí, disculpa si te desperté. — Digo un poco apenada.

— Es normal que los fantasmas del pasado nos atormenten. — No, no lo es.

— Pero no deberían.

Los días pasan de forma abrumadora. A Alexander ya le han dado de alta, ya está mucho más recuperado, los exámenes médicos aparentemente han salido bien, sin embargo el doctor quiere tener un control sobre los avances que vaya teniendo. Dante sigue en el país, el día que sacamos a Alexander del hospital lo llevamos directo a la casa de él, es una linda casa no muy grande pero con lo esencial, ese día llevé torta de manzana para celebrar la llegada de Alex, una torta que obviamente no hice yo.

ESTA VIDA Y LA OTRA.Where stories live. Discover now