CAPÍTULO XVII

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Salir corriendo por mi pasado me parece drástico pero bueno, que puedo hacer, no lo puedo retener a mi lado. Cada quien toma una reacción distinta frente a las noticias y evidentemente Alex no lo tomó de la mejor forma aunque es tan ridículo si ya sabía de Caroline, no lo culpo, sé que mi historia es complicada.

Voy hasta la cocina y Sara tiene un café entre sus manos, ella es tan menudita, tan hermosa, mi admiración por ella no acaba y espero nunca hacerlo. Ella significa mucho más de lo que quiero admitir, su cabello ya se está poniendo canoso, el desgaste físico ya se está volviendo más que evidente, no me canso de observarla, de escucharla, de abrazarla y llenarla de mimos. Su cariño es el más desinteresado que he conocido.

— Le conté todo Sara. — Le digo mientras la abrazo. — Pero no lo tomó muy bien que digamos.

— Dale tiempo, no es fácil asimilar las cosas. — Me ofrece una taza de café. — Me despediré de la niña Elena, ¿mi niña mañana quieres que venga a cuidarla mientras tu estas en la universidad? — Se me había olvidado ese pequeño detalle.

Le doy un beso en sus manos. — Me salvarías si hicieras eso, no me la puedo llevar para la universidad, es mejor que se quede aquí, yo intentaré no demorarme mucho. — Sara se despide de la pequeña hobbit, noto que mantiene su tristeza.

La noche ya ha caído con un gran sentimiento de melancolía, es inevitable no sentirme así con lo sucedido, no he intentado contactar a Alex, es estúpida su actitud. ¿Qué pretendía? ¿Qué fuera una dulce paloma? Solo me queda la pequeña niña que anda por ahí jugando con sus muñecos.

Voy hasta su habitación con una mini hamburguesa y un jugo, cuando entro la veo dormida, se ve tan linda pobrecita esta niña. Dejo la bandeja en la mesita de noche y comienzo a despertarla con mimos, con pereza abre los ojos así que le ayudo a sentarse para que coma, cuando veo que ya no está tan dormida le coloco la bandeja para que cene, me quedo a su lado para supervisarla y hablar con ella un rato.

— ¿Ya no estas brava? — Pregunta mientras se come su hamburguesa.

— Claro que no estoy brava contigo cariño, solo que tenía que hablar con Alex. — Veo como su sonrisa vuelve. — Discúlpame por no ponerte atención. — Le doy una sonrisa cálida. — Cuéntame ¿qué hiciste en el parque?

Mientras ella me cuenta que había jugado con unos niños en el parque y que cuando se había cansado Sara le había comprado un helado de vainilla con chocolate, yo pienso en Alex, ¿cómo es posible que él haya tomado esa actitud? Me parece infantil.

— ¿Sabes? Cuando yo tenía tu edad me gustaba estar con mis papas, ver películas y lo que más me gustaba era dormir con ellos cuando podía. — Termina de cenar.

— ¿Por qué no vives con tus papas Ada? — Sus preguntas tan sutiles.

— Porque ellos hace un tiempo se fueron a hacer un viaje muy largo sin retorno, se fueron para el cielo. — La respuesta la toma por sorpresa. — ¿Elena tú te acuerdas de tu mamá?

Su mirada se clava en el peluche. — Ella me contaba historias, pero mamita siempre estaba triste. — Su tristeza es evidente. — Papá casi nunca estaba, mamá era muy bonita, tú te pareces a ella. — Nota mental, su mamá tal vez sufría de depresión.

— ¿Y tu papá por qué te pega?

— Porque me porto mal, papá casi no tiene tiempo para mí, mi mami si lo tenía. — Creo que por hoy no hay más preguntas.

La tomo entre mis brazos y me acuesto con ella. Estamos una frente a la otra yo le cuento historias que me invento y ella solo me escucha, pronto sucumbe a los brazos de Morfeo. Su rostro es tan angelical, esas largas pestañas, su boca tan pequeña, su perfecta nariz. No me quiero ir así que me acomodo a su lado.

ESTA VIDA Y LA OTRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora