—Erin te manda saludos— me senté sobre la barra y lo miré picando un poco de verdura.
—¿En serio?
—Si— reí.
—Si vuelven a hablar me la saludas.
—Claro.
—¿Te gustan los Omelette?
—Me encantan— sonreí —¿Te ayudo en algo?
—Puedes batir los huevos.
—Bien— me dio dos platos y batí los huevos tal y como pidió —Listo— le entregué los platos y el comenzó a cocinar los omelette.
—Si necesitas algo dímelo.
—Yo puedo-— me miró y volteó el Omelette levantando el sartén.
Lo miré y reí.
—Que profesional.
—Mi madre me enseñó a cocinar— rió.
—Y lo hizo muy bien, no cabe duda.
—Trata tu— se hizo a un lado.
—Lo voy a arruinar— reí.
—Anda, trata.
—Ya que-— reí y bajé de la barra para luego tomar el sartén del mango.
—Dale la vuelta— reí e hice girar el Omelette dando un pequeño grito.
—¡Eso!— rió el.
—¡Lo logre!
—Claro que lo hiciste.
Serví el omelette en el plato y lo luego lo dejé en la barra.
—¿Zumo de naranja?
—Seguro— sonreí mientras me recargaba en la barra luego de dejar 2 vasos ahí.
Lo vi sacar el jugo y servir en los vasos.
—Provecho.
—Igual— sonreí para luego tomar asiento en uno de los bancos.
Comenzamos a desayunar en silencio hasta unos minutos después.
—¡Cariño, estoy aquí!— Logan me miró.
—¡En la cocina, preciosa!
Meredith entró a la cocina, en sus brazos tenía varias bolsas de compras. Se sostuvo en el marco, se quitó las gafas de sol y me miró con los labios fruncidos.
—¿Qué hace ella aquí?— preguntó señalándome.
—Meredith, por favor— dijo Logan negando con la cabeza.
—¡Respóndeme, Logan!
—Meredith, preciosa. No exageres. Ella solo se quedó aquí para dormir.
—¿Y por qué demonios?
—Asaltaron su edificio.
—¿Y?
—Meredith, por favor. No iba a dejar que se quedara ahí— me levanté sin decir nada, fui hasta la habitación y tomé mis maletas. Para luego volver a la cocina.
—Voy a irme, es lo mejor.
—No te vayas, Tamara.
—No quiero que ustedes peleen por mí.
—Quédate— me pidió él.
—Iré a casa de Erin, descuida— le sonreí —Estaré bien. Gracias de todas formas— salí de la casa y caminé un poco para luego detenerme en una banca mientras esperaba un taxi.
Luego de unos minutos finalmente logré que un taxi se detuviera pero entonces una mano por detrás cerró la puerta del coche.
—No te quiero cerca de Logan, zorra. ¿Entiendes eso?— me miró.
—Me halaga el hecho de que a pesar de tener varios años juntos tu pienses que él puede dejarte por mí— sonreí.
—Hablo en serio, mantente lejos de él. Es mío— rodee los ojos.
—No seas tan patética, por favor— reí.
—Te estaré vigilando.
—No me importa.
—Zorra.
—Arpía.
Subió a mi taxi, me dedicó una sonrisa hipócrita y luego se fue.
