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Gloria es muy parecida a nuestra madre. Tiene las mismas facciones delicadas y cabello rubio que ella. Si se lo dejara largo estaría idéntica.

A Gloria, cuando éramos niños, le gustaba tomarme del brazo cuando caminábamos, y eso no ha cambiado hasta el día de hoy. En este momento la veo de soslayo comiendo su helado de vainilla y sosteniendo una bolsa de compra en su antebrazo. No se divierte cuando sale a comprar con sus amigas, y prefiere que la acompañe yo. Mis comentarios cuando ella sale del probador usando las prendas que piensa comprar son breves, pero dice que son sinceros y eso le agrada. Es ocho años mayor que yo, pero luce más joven. Quizá por su actitud alegre y relajada.

La plaza comercial no está muy concurrida, quizá porque no es fin de semana. Gloria compra otro helado y un brownie para mí. Me habla de su esposo, su pequeña hija Estela (a la cual no veo muy seguido, y sé que no le caigo muy bien) y lo bien que le va dando clases en una academia de ballet de la cual no recuerdo el nombre, creo que era francés. Mamá estaría orgullosa de ella.

—Tienes muy buen aspecto, Gus —me dice—. Te ves más...umm... más vivo.

—¿De qué estás hablando? Estoy igual.

Gloria niega con la cabeza, sonriente.

—¿No has notado que todas las chicas se te quedan viendo cuando caminas?

Me detengo frente a una zapatería; un par de muchachas que entran me miran y sonríen levemente. También la empleada que está acomodando unas botas en la vitrina. Siento el rostro caliente, pues estoy muy acostumbrado a pasar desapercibido. Ahora que Gloria me ha dicho eso siento las miradas de todas.

¿Acaso Marina me transmitió algo de su encanto? Puede ser. Tal vez por eso Iñaki luce cada vez mejor, por su contacto con las sirenas. Pienso en él y siento un nudo en el estómago. Ahora que convivo con Marina me he vuelto muy sensible, y de solo pensar que tiene a tres criaturas o más a su merced, y abusa de ellas cada que quiere, me enfado bastante.

Veo a mi alrededor: las miradas discretas de las mujeres me ponen muy incómodo. Gloria entra a otra boutique, llevándome con ella. Me suelta para ir a ver la sección de ofertas y yo decido caminar por ahí para no aburrirme. Un vestido llama mi atención: es azul con lunares blancos y de falda amplia. A Marina le encantaría tenerlo. Sin pensarlo dos veces lo tomo y voy a la caja a pagarlo. Gloria aparece al poco tiempo con muchas prendas.

—¿Qué compraste? —me pregunta, intrigada.

No puedo mentirle, ella siempre termina revisando mis bolsas de todos modos.

—Un vestido.

—¿Y para quién?

—Para Marla.

Me ve con los ojos entrecerrados, incrédula.

—¿Seguro que es para Marla?

—Sí.

—¿Seguro?

—¿Para quién más sería?

Se encoge de hombros.

—No lo sé, tal vez alguien con quién estás saliendo.

—¡Claro que no!

Gloria intensifica su sonrisa. Yo suelo alzar la voz cuando miento.

—Estás saliendo con alguien —reitera—. Ya era hora, carajo. Nunca te conocí a ninguna novia.

No contesto. Eso la divierte.

—Está bien, no me digas nada ahora. Tarde o temprano lo harás.

Así persiste el océanoOnde histórias criam vida. Descubra agora