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Son las diez de la noche, el restaurante ya está cerrado. Todos los empleados se han ido excepto Fernando y yo, los jefes de cocina. Solemos quedarnos conversando poco más de media hora antes de irnos.

—¿Cuál es su secreto? —me pregunta Fernando después de servirse un poco de jugo de naranja. Es abstemio, y parece que ahora yo también. Hace semanas que no pruebo ni una gota de alcohol.

—¿Mi secreto para qué?

—Para mantener a los cocineros a raya. Solo lleva un mes trabajando aquí y se ganó la confianza de todos. Cuando yo me encargada de la cocina ellos hacían lo que querían, sobre todo David. ¡Ese tipo hasta parecía gozar al provocarme disgustos!

Sonrío con diversión. Soy solo seis años mayor que Fernando, y él insiste en hablarme de usted.

—Y no solo la confianza de ellos —continúa hablando —. También del chef Brasme. Él es un hombre exigente, no tiene ni idea de todos los filtros que tuve que pasar para tener este empleo. Y usted lo obtiene en una sola tarde y sin tener que pedírselo. Al principio eso me molestó, pero ahora lo entiendo. Usted tiene algo, chef Sandoval. Es un líder nato, todo está en orden una vez llega a la cocina. Algún día espero ser la mitad de bueno que usted.

Lo dice de verdad, no suena lisonjero. Desde el primer día noté su mirada sorprendida, lo mucho que le fascinaba verme dar órdenes. Yo mismo no podía creer la capacidad que poseía, y lo fácil que sería tener la cocina bajo control.

—Solo esfuérzate —le miento —. Hazlo y conseguirás lo que quieras.

Si tan solo supiera cual es la fuente de este vigor y de esta convicción para hacer las cosas. Probablemente vomitaría sobre la mesa.

«Lo que pasa es que no soy un solo ser, estimado Fernando, soy hombre y sirena a la vez. Mi mente es mil veces más amplia que la tuya. La mayoría de mis virtudes son gracias a Marina, una sirena. Las obtuve luego de largas noches entre sus brazos, soñando, abriendo mis sentidos...»

La voz de Fernando elogiándome está en segundo plano. Pienso en Marina, y no tardo en sentir el agua alrededor de mí. Está muy fría, pero ya estoy acostumbrado. Cada vez que pienso en ella siento sus emociones con mucha intensidad, está tranquila y feliz. Me pregunto qué estará haciendo ahora.

Estoy cansado pero satisfecho. Trabajo aquí de lunes a jueves y siempre está lleno. Brasme quería que fuera un restaurante más, uno tranquilo y modesto, pero eso fue imposible dado su prestigio. Cualquier negocio del que sea dueño será un rotundo éxito.

—...yo creo eso —dice Fernando —. ¿Y usted?

Bebo un poco más de jugo. ¿De qué demonios estaba hablando?

—Eh... ¿a qué te refieres?

—De Sofía. Era la segunda más rebelde después de David, creo que está enamorada de usted, por eso es tan obediente.

No puedo evitar reír. David y Sofía apenas tienen diecinueve años, les he cogido algo de cariño. Además de Iñaki y Marla, nunca me había relacionado con otras personas de esta manera. El ambiente en la cocina es muy bueno, y hay mucha tranquilidad. Fernando y yo hablamos un rato más y luego cada quien se va a su casa. Hago una hora y media de camino, pero lo siento más corto. Hoy quería terminar una novela histórica que me tiene muy intrigado, sin embargo debo dormirme temprano porque mañana es la fiesta de cumpleaños de Montero y me quiere ahí. Es la primera vez que me invita.

Aún siento la casa vacía sin Marina. Ha pasado muy poco tiempo, es normal que aún la extrañe tanto. Lo primero que hago al llegar es bañarme, es raro no tener el televisor frente a mí. Suspiro y recuesto la cabeza en el borde de la bañera. Si cierro los ojos y me concentro, puedo sentir a Marina sobre mí; su tacto helado y su olor a brisa del mar. La Marina que habita en mis sueños ahora no es la real, sino una copia que mi mente ha creado. La primera noche me emocioné, pero una vez la toqué supe que no era ella. Tenerla lejos es duro, y a pesar de eso no me deprimo. Todos su bienestar también es mío. Aunque no está conmigo, yo me encuentro mejor que nunca.

«¿Cuando sabré que debo volver a verla?» me pregunto, saliendo del baño con el albornoz puesto. Tal vez cuando la Marina auténtica regrese a mis sueños.

Una sonrisa me adorna los labios.

Que pase el tiempo, no tengo prisa.

Así persiste el océanoWhere stories live. Discover now