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Pocas veces voy a casa de Gloria, me queda a tres horas de camino. Ella y su familia viven en una casa amarilla de dos pisos con un jardín pequeño y primoroso gracias al constante cuidado de Gastón, su marido. Cada vez que los visito, él hace lo posible para que me sienta cómodo y me pregunta cómo me ha ido. Mis respuestas solían ser muy breves, al menos ahora tengo cosas que contarle. Quisiera un hombre así para Marla, tan alegre y servicial.

—¿Y Gastón? —pregunto a Gloria.

Estoy sentado en el comedor, ella prepara té en la cocina.

—Fue por una pizza con Estela, vuelve en unos treinta minutos.

Estela, mi sobrina, siempre ha sido distante conmigo. No la culpo por eso, pues nunca he sido un tío muy cariñoso que digamos. Las veces en las que Gloria la dejaba bajo mi cuidado para salir con Gastón, la niña veía la televisión o coloreaba en la mesa, y me ignoraba cuando yo trataba de hablar un poco con ella.

«Pareces un zombi» me dijo una vez «deberías dormir más»

Iba a responderle que dormía más de doce horas al día, pero preferí callar. Espero que ahora nos llevemos mejor.

—Quiero hablar contigo sobre Marina—dice mi hermana sentándose frente a mí, dejando las tazas de té sobre la mesa. Tomo una y doy un sorbo.

—¿Qué quieres saber?

—¿Has sentido impulsos de volver a verla?

Esbozo una leve sonrisa.

—No.

—¿No? ¿Seguro?

—Sí, ¿por qué la pregunta?

Gloria aprieta los labios.

—¿No has estado muy al pendiente de las noticias, verdad?

Niego con la cabeza. ¿Cuál es su punto?

—El trabajo me mantiene muy ocupado, cuando llego a casa solo pienso en dormir.

—Es que...hace como dos días se encontró en la orilla del mar el cuerpo de ese rockero tan famoso, Apolo Torres.

—¿El que tenía una sirena en su habitación?

—Sí, ese. Hubo un programa especial con todos los detalles de lo sucedido. Parecía que había superado lo de la sirena, actuaba muy normal, reanudó la gira con su banda y todo eso... pero solo duró así unos cuantos meses. El bajista dijo que una noche anterior a su desaparición le dijo que la sirena lo llamó, y que quería volver a verlo. Poco después fue encontrado con el estómago abierto y una herida muy profunda en el cuello.

Gloria suena muy preocupada. Sonrío para tranquilizarla.

—Tal vez quien lo devoró fue otra sirena.

—No hay forma de saber si eso es verdad.

—Es la respuesta más coherente que hay. La sirena lo llamó, él fue a encontrarse con ella y otra sirena lo encontró antes; le cantó, lo arrastró al mar y devoró sus dentros. Estas conexiones son reales, tú fuiste menos escéptica que Marla cuando convivieron con Marina. Ella sería incapaz de hacer algo así. No hay sentimientos más puros que los de una sirena, eso te lo aseguro.

—No dudo de que Marina te aprecie y que tengas una buena relación con ella, pero ahora que es libre puede que haya cambiado. Puede que...

Se muerde el labio inferior. Yo sé perfectamente qué es lo que quiere decirme.

—¿... puede que ahora devore humanos como cualquier otra sirena salvaje?

Ella asiente. Podría repetirle que mi relación con Marina es real, que ella no me haría daño, pero considero más prudente decirle lo que quiere oír:

—No te preocupes, no voy a volver a verla. Ahora ella es libre y yo tengo una buena vida.

Gloria me escudriña, yo no me inmuto. Ella relaja los hombros y sonríe levemente, para después tomar su taza.

Así persiste el océanoWhere stories live. Discover now