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Mi madre es la bella durmiente. En este momento lleva a cabo la variación de Aurora del primer acto.

Marina y yo somos el único público en este enorme teatro bajo el agua.

Mi madre no tiene el cabello recogido en un moño sino suelto, flotando a los lados como algas. El agua hace sus movimientos aún más hipnóticos; ella era la mejor de la academia, la estrella de casi todas las producciones. No había persona que se resistiera a su encanto. La veo de arriba abajo, y experimento un hermoso retroceso; de nuevo soy el niño orgulloso de su madre, el que nunca se dejaba de impresionar, aunque la viera aparecer mil veces en la misma puesta en escena. La canción sigue, y la ejecución de mamá es perfecta. Se ve tan viva, tan en paz. Así es como debería recordarla. Lo mejor sería borrar de mi mente a esa Lucía postrada en la silla, con los ojos rojos de tanto llorar, la que apenas y decía tres palabras en todo el día.

Lentamente se eleva, me mira a los ojos, me estremezco. Ella sonríe con dulzura. Siempre voy a estar ligado a ella, siempre voy a tenerla en mi memoria y echarla de menos. Pero no dejaré que su recuerdo me amargue, que me impida vivir plenamente. He estado ahogado en la miseria por demasiado tiempo; de no ser por Marina nunca me hubiera enfrentado a mí mismo, ni a mis sentimientos, y probablemente hubiera terminado en la bañera con las venas abiertas.

Todo esto es parte de mi mente, si es una visión tan bella y tranquila es porque así me encuentro actualmente. Lucía termina de bailar, regresa al escenario y da una reverencia. Marina y yo aplaudimos.

El cuerpo de Lucía se deshace poco a poco convirtiéndose en burbujas. Miro a la sirena, sigue sorprendida con lo que acaba de ver. La imagen de mi madre bailando se quedó tatuada en mis recuerdos, por eso ella pudo ver cada detalle con total claridad. Voy a extrañar dormir y estar junto a Marina en este mundo perfecto. Me dolerá mucho volver a casa y ver la bañera vacía, luego escuchar mis discos solo en la sala de estar. A pesar de eso, no creo arrepentirme de llevarla al mar el día de mañana. Me emociona imaginarla ahí, nadando, encontrándose a sí misma. Quizá se enamore de otra sirena y tenga hijos con ella. La vida que llevará ahí será mil veces mejor que esta.

Despierto con placidez, estoy en la bañera abrazado a Marina. Veo las yemas de mis dedos: no están arrugadas, así que no soñamos por mucho tiempo. Marina me clava sus ojos negros y me acaricia una mejilla.

—Yo también voy a extrañarte muchísimo —me dice—. Tus ojos tan lindos... tu piel que siempre está cálida...

Esbozo una sonrisa triste y la beso. Marina pega su cuerpo al mío, y me dejo embriagar por su aroma salado. Paso las puntas de mis dedos por su espalda y ella se arquea un poco.

Las vibraciones, Marina, las dulces vibraciones.

La escucho ronronear, la veo pasarse la lengua por los labios. Acepta con agrado que me suba sobre ella y hago un camino de besos por su cuello, despacio, tomándome todo el tiempo del mundo.

—Gustavo... —susurra, estremeciéndose—. Te quiero...

Bajo a sus clavículas, a sus pechos. Todo a mi alrededor se distorsiona, luego desaparece. Solo pienso en ella y en lo mucho que añoraré tenerla así, en mis brazos. Lo malo de recibir tanta dicha en tan poco tiempo es que me costará bastante acostumbrarme a seguir sin ella.

Nunca he tenido ni tendré a alguien como Marina.

Nunca me había aferrado tanto a la vida como ahora.

—Yo también te quiero, te quiero muchísimo.

Y mañana te digo adiós.

Así persiste el océanoWhere stories live. Discover now