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S- aún no puede separarnos, hasta la muerte tuvo un comienzo -
El no podía desaparecer, no lo permitiría.

No por amor.
No por un compromiso.
No por culpa.
Si no por recuperar lo que por derecho es suyo.
Grell era suyo.

Le sobran motivos para recuperar a esa rosa con espinas que logro que las palabras que usaba el Conde para describirlo se volvieran verdad.
La capacidad de cambio, puede ser un sirviente fiel para su Amo pero también un demonio tan poderoso y cruel, era una parte de él que nadie había visto antes, pues podría hacerle incluso superior a cualquier dios de la muerte.

Tenía que recuperarlo.

Pero... Como revivir a un Dios? Eso era algo imposible incluso para el demonio y aún así logro recordar, que alguna vez lo estuvo, solo tenía que hacerle creer que aún tenía vida.

Respiró profundamente, trataba de calmar su pequeña angustia; junto el rostro del pelirrojo con el suyo buscando algún rastro de calor, beso sus manos buscando pulso en las muñecas e incluso unió sus bocas intentando darle aire pero, sus labios seguía fríos.
Eran idénticos a los de un Cadáver.

Lo único que se le ocurrió en ese momento fue elevar su temperatura.
Sujeto sus manos, las acercó a su rostro para soplar y con su aliento empezar a subir su temperatura de nuevo, o por lo menos las de sus manos.
Se levantó con su cuerpo aún en brazos, fue directo al baño de su cuarto y empezó a llenar la tina con agua caliente.

Ambos entraron en la tina, el pelirrojo en su regazo, todo ése peso y miles de sensaciones comenzaron a invadir su mente, el sentirse rodeado de la porcelana caliente junto con el vapor del agua a la par de cada ola que se formaban con el agua, todo hacia que se le nublara la vista.

Pero aun con su rostro frío y blanco como el de un fantasma no perdía la compostura, aunque su corazón se enfriaba con cada segundo. Él seguía esperando que la tina sé llenara hasta desbordar y mientras lo hacia seguía besando sus manos.

El agua empezaba a abandonar la tina, el sonido del agua golpeando el suelo le indicó al demonio que era tiempo de abandonar toda esperanza y fue hasta ese momento que su rostro reflejo una honesta desesperación.
Pero algo era constante, los brazos del demonio rodeando fuertemente al dios de la muerte y como una sombra se adhiere a su piel.

El vapor junto con el aliento desesperado del demonio se hacian más y más intensos, incluso ya era difícil ver lo que era antes la Gran habitación. Y de la nada, la habitación se llenó de música, el tarareo de un vals  inundaba la triste escena. Convertía su muerte en algo sumamente bello.

No quería soltarlo, no iba a soltarlo, no podría soltarlo y no lo soltaría nunca.

Y entonces...
La escena era la misma

-hay un mañana para todos, incluso para los muertos -

PELIRROJO Where stories live. Discover now