Olvido

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El estaba en la tina.
Era temprano en la mañana y el sol apenas empezaba a aparecer por la ventana.
Había ropa limpia justo a un lado de ambos.
Y el seguía leyendo para el otro.

S - los días pasando frente a sus ojos, hipnotizado corre hacia ella y sin siquiera dudarlo la besa -
Dijo el joven se cabellos oscuros.
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El olvido es algo a lo que varios le temen a la hora de su muerte, pero este era el coste a pagar del demonio.

Grell regreso; sin embargo fue sin sus hermosos ojos verdes, sin cabellos rojos como las lycoris y sin recuerdo alguno de lo que fue antes.

Ahora era una pobre alma confundida e introvertida y sin conocimiento alguno de quien o qué era o de la persona que lo estaba rodeado con sus brazos.
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S- Grell, tengo que trabajar y tú tienes que salir de la tina ya- hablaba el mayordomo al tiempo que pasaba una toalla por todo su cuerpo.

G- Mghm - apunta a las páginas del libro, insistente por leer un nuevo capítulo.

S- no, más tarde te leeré ahora necesito secarte del agua antes de que te arrugues como una pasa -

G- Mghm! -

S- Grell... Ya lo hablamos, a menos que lo pidas con palabras, la respuesta es no-

G- Ah~ - suspiros, extraños sonidos, era lo único capaz de fórmular el contrario mientras salía de la tina.
Además de olvidar lo que era, olvidaría como comunicarse de manera verbal.

Ese tipo de cosas eran un castigo apropiado para el mayordomo, eran casi como una ligera tortura.
Al mismo tiempo alguna de estas cosas alegraban al mayordomo, incluso lo emocionaban pues era una segunda oportunidad.
Podía hacer que lo recordará como al hombre que lo amó hasta el último momento o como el demonio que torturo hasta matarlo.

Había momentos en los que se esforzaba al máximo para mostrarle su afecto, pero extrañaba de sobremanera a su hermoso pelirrojo, alegre y extrovertido.

Termino de secarlo y vestirlo.
Lo vistió con una camisa blanca, pantalones oscuros, medias y ligueros negros y con una cinta a rallas roja adornaba el cuello de su camisa.
Una figura delgada le permitía usar cualquier tipo de prendas, incluso las de su joven Amo le quedaban bien.

S- listo-

El mayordomo lo dirigió a un espejo y le mostró su atuendo.
Había veces que lo imaginaba, recordaba esos hermosos ojos verdes iluminando sé al verse tan lindo.

S- te queda muy bien, Grell -

Sus ojos no se iluminaban, pero sus labios le sonreían.
El joven le agradecía al demonio no solo con sonrisas y aunque era la más hermosa, también sus acciones le decían "Gracias".
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Eso sé volvió costumbre para ellos.

Los días pasaban y todas las mañanas pasaban casi igual a esa. Él leía para ella mientras ambos se duchaban.
Al terminar de vestirlo Grell lo despide con su sonrisa y un abrazo.

Y durante el resto del dia, mientras que el mayordomo estaba ausente.
Esté cumplía con sus tareas al lado de su joven Amo, mientras que el de cabellos largos hacia lo único que podía y sabía hacer dentro del cuarto.

Grell tenía varias peticiones o más bien reglas que no podía romper por orden del demonio y la más importante era:
No salir nunca del cuarto.

Había momentos durante el día en que Sebastian llevaba las comidas de cada momento del dia al cuarto; desayuno, almuerzo y cena.
Todas diferentes cada día y todas realmente deliciosas.
Sin embargo todas las pasaba solo.

Durante todo ese tiempo solo, Grell lo pasaba intentando leer los libros que traía el mayordomo, cepillando su cabello, o jugando con los juguetes de la compañía Funtom.

Grell movía las orejas del peluche de conejo Bitter y aunque no hubieras ni un solo ruido en el cuarto pareciera que una conversación entre ambos.
"Aún no llega..."
Hablaba entre pensamientos, pero entonces sintió su garganta.
"Tengo sed, supongo que podríamos... Tomar el té, sigue la hora del almuerzo y tal vez él pueda acompañarnos"

El joven se levanto de la cama y sé acercó al escritorio, pero se detuvo al sentir el golpe del escritorio en su cadera, no habia medido bien la distancia y se golpeo, pues al parecer su vista empezaba a deteriorarse.

"Por... Por qué? Por qué no puedo ver? "
Comenzó a golpear se con cada mueble de la habitación, no podía evitarlo. Estaba asustado, buscaba a la única persona capaz de salvarlo de su agonía.

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