Capitulo 2

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La mañana siguiente me había levantado con una sensaciones dentro de mi cuerpo, estos iban desde nervios a cansancio

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La mañana siguiente me había levantado con una sensaciones dentro de mi cuerpo, estos iban desde nervios a cansancio. Tendría que dirigir—por así decirlo—el Monroe y a la vez tenía que lidiar con el nuevo critico—del cual aun no sabía su nombre—que nos habían enviado.

La Sra Monroe no me había dado detalles, para nada. Solo había informado el día y la hora exacta de su llegada al restaurant. De resto se había tragado sus palabras, sin darme suficiente información.

Antes de descubrir que sentía una gran pasión por la comida y la cocina—y todo lo que englobaba— casi siempre me la pasaba sola en mi habitación.

No era una chica de muchos amigos y la chica que siempre pasaba por alto, me sentaba al final de la clase, nunca intervenía en los debates, y casi siempre repelía a los chicos que se me acercaban.

Por dicha razón, cuatro semanas después de haber comenzado el sexto grado educación primaria, me había ganado la fama entre todos los del salón—Susinlengua—era uno de los apodos con los cuales me atormentaron hasta salir del colegio.

Tenía que aguantar las burlas de mis excompañeros de clases, sus chistes de mal gusto y todo el desprecio que estos emanaban hacia mí. Tenía que pasar toda la clase por laa sombras, sin llamar la atención. Para salir ilesa.

Quedaba más que dicho que mi trato con los hombres era nulo, al parecer no podía realizar alguna conexión por mas que yo quisiera. Como si un muro se interpusiera entre entablar una conversación y el hecho de que era pésima a la hora de hablar.

Quizás también había la posibilidad, de que no me llamaran la atención como para perseguirlos con la lengua fuera, como si mi vida dependiera de ello y como si estuviera muy necesitada de compasión, o en cualquier caso, amor.

No era una mujer complaciente o sumisa, al menos aún mis bases biologicas de ese tipo no se habían expresado. Era consciente y aún más creyente de que las mujeres no podíamos pasarnos la vida rogando.

No tenía ningún odio hacia los hombres, no, para nada. Pero algunas veces no los entendía.

—Eres una mojigata.

Así me había llamado una vez Lola, una vieja amiga del tercer semestre de arte culinario de la universidad.

No le había tomado tanta importancia, ni había llegado a pensar tanto sobre eso, no hasta ahora. Digo, mis costumbres o gustos eran mios ¿acaso debía cuestionarlos por el pensamiento de otra persona?

Faltando 20 minutos para las 7:00 am—hora en que abrían el Monroe—me había dispuesto a salir de la casa, para poder desayunar un café con merengue tostado en la cafetería más cercana. Tenía unas costumbres un tanto perfeccionistas, puesto que, aunque en el restaurant vendían cafés, siempre prefería comprarlos por las tiendas externas, para medir la calidad en base al nuestro.

Pruébame#1✔️ #PGP2024Where stories live. Discover now