Capítulo 106.

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NARRANDO JESÚS.

Subimos al avión, nos agarramos las manos y sonreímos, por fin vamos a poder vivir sin tener miedo a nada.

— Te quiero. —Susurra posando la cabeza sobre mi hombro.

— Yo también a ti chiquita. —Susurro.

Volamos durante poco más de dos horas, llegamos al aeropuerto, tardamos en coger nuestras maletas unos quince minutos largos y nos detenemos a tomar algo en lo que llega Daniel para recogernos.

NARRANDO DANIEL.

Me llega un mensaje, cojo el móvil desde la cama y me levanto rápidamente despertando a Ledra que aún dormía.

— Amor —Dice ella asustada— ¿Pasa algo?

— Se nos ha olvidado que hoy llegaban Jesús y Alicia.

— Joder, es cierto.

— Todo es tu culpa, si no me embrujaras con tu cuerpo, tus labios, tus ojos —La hago reír—

— Ya claro, todo es mi culpa.

Dejo un cálido beso sobre sus labios, ella se los relame y pega un salto de la cama para levantarse.

— Venga —Me da un azote en el culo— que eres un despistado.

— ¿Ahora toda la culpa es mía? Tú me has tenido desvelado toda la noche.

Ella ríe, me empuja y se mete en el baño para que no tardemos mucho más en vestirnos. Cuando acabamos cojo las llaves de casa, Ledra busca un taxi,cojo mi chaqueta y nos marchamos para recogerlos.

— No seas burro, es por ahí. —Señala ella.

— No, te digo que es por la derecha.

— Vamos a volver loco al taxista.

— Pero si no se entera de nada, está completamente a su bola —Ríe—

Al fin después de unos minutos dando vueltas como idiotas, llegamos al destino y envío un mensaje a mi hermano.

NARRANDO JESÚS.

Me llega un mensaje de Jesús y voy en busca de Alicia que ha ido al baño. De repente lo veo, es Bruno ¿Cómo nos ha encontrado?

Alicia sale del baño, la agarro del brazo y le pongo la mano en la boca.

— Bruno, nos ha localizado, verá a Daniel.

— ¿Qué?

— Sigue empeñado en destruirnos la vida.

— Tenemos que salir de aquí sin ser vistos, París es grandísimo, nunca nos encontrará.

— Pensemos.

Miramos a nuestro alrededor y sigilosamente intentamos llegar hasta la salida de emergencia para poder salir corriendo.

— Joder, uno de sus hombres.

— Avisa a Dani.

Saco el móvil, en el justo momento en el que voy a escribirle el mensaje, Bruno dispara al aire haciendo que proteja a Alicia y el móvil cae al suelo.

— Pensabais que ibais a escaparos tan fácil de mi. —Dice él apuntándonos.

— ¿No puedes irte a la mierda o esta muy lejos para ti?

— Se que aquí está tu hermano y no me iré hasta que salga para defenderte.

— ¿Acaso no puedo venir solo? Estás obsesionado con mi hermano.

— No estaría tan obsesionado si no hubiera matado al mío.

Pongo los ojos en blanco, Alicia se queda detrás de mi para poder protegerla.

— Tu hermano casi me mata, los dos hemos pagado caro por esa venganza y por los negocios de ambos, mi hermano está tan muerto como el tuyo.

— ¡Mientes! ¡Se qué mientes! —Exclama él.

Estiro del brazo de Alicia entrándola en el baño, arranco la puerta pero el dispara contra ella, me lanzó sobre ella para que ninguna bala la roce.

— ¿Estás bien? —Me pregunta

— Si, lo estoy ¿Y tú?

— También.

NARRANDO DANIEL.

De repente vemos a la gente salir como loca gritando, Ledra y yo nos miramos confusos.

— ¡Tiroteo! —Grita la muchedumbre.

— ¡Jesús! —Grito yo.

Ledra agarra mi brazo deteniéndome y eso me hace enfurecer.

— no vas a detenerme.

— No puedes entrar sin un arma.

Saca de su mochila una pistola que me entrega aunque en el fondo sé que no quiere hacerlo.

— Con una condición. —Me detiene nuevamente— yo entro contigo.

Saca una segunda pistola, muerdo mi labio y termino aceptándolo porque sé que no podría detenerla aunque quisiera. Nos agarramos la manos y corremos protegiéndonos el uno al otro.

— ¿Lista?

— Lista.

Entramos como dos locos pegando tiros.

— Sabía que estabas vivo. —Dice Bruno.

— Y yo sabía que vendrías hasta aquí para averiguarlo.

— Tira la pistola y no molerán a tiros a esa hermosa damita.

Ledra le dispara a uno de sus hombres en la pierna y a otro en el hombro, la miro sorprendido, ella apunta a Bruno y carga la pistola.

— Que se atrevan.

— Valiente chica.

Jesús consigue llegar hasta el arma de uno de los hombres de Bruno y cogerle la pistola. Nos cubrimos mientras él dispara intentando alcanzarnos.

— ¡Ve y te proteges con Alicia! —Me grita.

— ¡No pienso dejarte solo! —Le grito.

— ¡No es el momento para terquedad!

— ¡Tampoco lo es para órdenes inútiles!

Disparamos los dos a la vez, él muerde su labio y me señala.

— Si salimos de esta te juro que voy a estar enfadado hasta el día de la boda.

— ¡Me da igual!

— ¡Vete!

— ¡No!

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